La de Franco en el Valle de los Caídos no es la única tumba polémica que hay en España. Varios cementerios recogen los restos de otros dictadores y genocidas, de aquí y de allá. Unas son anónimas, otras discretas y también las hay pomposas y orgullosas de su inquilino, como la que acoge en la Basílica de la Merced de Jerez de la Frontera a Miguel Primo de Rivera, que tras su golpe de estado en 1923 encabezó un gobierno dictatorial de inspiración fascista hasta 1930.

Alfonso XIII (izquierda) con el dictador Miguel Primo de Rivera, cuyo golpe de estado de 1923 sancionó.

A pocos metros de la entrada del cementerio municipal del pueblo valenciano de Carcaixent, cuando empiezan los panteones nobles, tiene desde hace casi 50 años su distinguida tumba 'don Vicent'. Pero no es ese el nombre que aparece en la lápida, porque Vicente Pérez García, la identidad que tuvo durante los cerca de 20 años que vivió en la comarca de La Ribera, no existía. Tampoco el desgastado escudo que ennoblece el frontal bajo una adusta cruz tiene los colores de Polonia pese a que también se le conoció en la zona como 'el general polaco'.

En 1969, una vez muerto y con el régimen franquista aún en pie y con buena salud, no hacía falta ocultar nada más, por eso el nombre inscrito es Vjekoslav Luburic y se le reconoce como general de las fuerzas croatas. Eso sí, no aparece ni su apodo 'Maks, el carnicero', ni que durante la segunda guerra mundial fue en el Estado Independiente de Croacia jefe de Jasenovac, uno de los campos de concentración más grandes de Europa en el que fueron asesinadas entre 113.000 (las documentadas oficialmente) y 700.000 personas, principalmente serbios, pero también eslovenos y comunistas.

Luburic aplicó allí los métodos que estudió en Auschwitz pero incluso algunos nazis lo llegaron a calificar de «sádico extremo» o «enfermo mental». Bajo su mando se estableció el truculento concurso que premiaba al soldado que más serbios degollaba con cuchillo 'srbosjec' ('raja serbios').

Acabada la guerra, tras pasar por Hungría, Austria y Francia, llegó a España vestido de franciscano y protegido por la Iglesia y las autoridades franquistas, que le facilitaron su nueva identidad y lo presentaron como un luchador contra el comunismo. Tras separarse de la mujer española con la que tuvo cuatro hijos en Benigànim, se trasladó a la vecina Carcaixent en la que montó una imprenta desde la que distribuía materiales de la llamada Resistencia Nacional Croata contra la Yugoslavia de Tito. Se sospecha que también pudo participar en la organización de diversos atentados.

Asesinado en Carcaixent

En mayo de 1969, fue violentamente asesinado en su propia casa por Ilya Stanic, su ayudante, que a los pocos días viajó a Barcelona donde se le perdió la pista. La Interpol lo situó en Australia en 1975 pero la investigación del periodista Francesc Bayarri, recogida en su libro 'Cita en Sarajevo', demostró que regresó a la extinta Yugoslavia, en la que el régimen de Tito le recibió como un héroe. Pero, en su entrevista con el escritor valenciano aseguró que él también era un nacionalista croata y apuntó a cuestiones personales para haber participado en un ajuste de cuentas interno.

Cuentan en Carcaixent que hace dos décadas eran frecuentes las peregrinaciones de seguidores a su tumba para rendirle homenaje pero, aunque ahora ya no lo sean, en la tumba no faltan un jarrón con flores de plástico y un par de velas. El Ayuntamiento y la Conselleria de Justicia y Memoria Democrática han iniciado gestiones para revertir la situación de alguna manera, bien sea mediante placas explicativas o una exhumación pactada con Croacia o sus familiares aunque hay muchas trabas para abrir una tumba sufragada en su día a perpetuidad por un desconocido.

De los honores de Pavelic…

Más grande aún por estar enterrado con sus familiares es la tumba en el cementerio de San Isidro de Madrid del filonazi Ante Pavelic, nombrado por Alemania líder del breve Estado croata nacido en 1941 y máximo responsable por tanto del genocidio que ejecutaron Luburic y otros. Tras vivir en Argentina protegido por Perón, la presión de la justicia internacional y los intentos de los servicios secretos de Tito de acabar con él le hicieron viajar a España en 1957, donde fue discretamente acogido por el régimen de Franco hasta su muerte en el antiguo Hospital Alemán dos años después.

Nichos del oficial nazi Gerhard Bremer y su esposa, Almut, en el cementerio de Dénia. MIGUEL LORENZO

Su tumba es lugar habitual de peregrinación de nacionalistas croatas, en parte porque en la Guerra de los Balcanes, los miembros del ejército de ese país cantaban: «En Madrid hay una tumba de oro y en ella descansa Pavelic, caudillo de todos los croatas. Levántate Pavelic, por ti moriremos todos».

…al anonimato de Trujillo

El dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo llegó a España ya en su ataúd. Lo hizo también durante el franquismo, en 1970, nueve años después de su asesinato. Embalsamado, fue trasladado en barco a Francia pero el yate fue detenido en busca de unos lingotes de oro que nunca aparecieron. Finalmente fue enterrado en el parisino cementerio de Père-Lachaise, donde estuvo nueve años hasta que, seis meses después de la muerte y entierro de su hijo Ramfis en Madrid, sus restos fueron trasladados al cementerio de El Pardo para que estuvieran juntos. Pero no hay placa que lo recuerde en el mausoleo de mármol negro que los acoge.

En ese cementerio de Mingorrubio también están enterrados Carrero Blanco y Arias Navarro, y como allí tiene también su impresionante cripta Carmen Polo, la esposa del dictador español, es uno de los lugares en los que podrían acabar los restos de Franco pues se trata de un recinto cedido en exclusividad a la familia.

Batista, muerte en Marbella

Trujillo había dado cobijo a Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959 cuando la victoria de los 'barbudos' de Fidel Castro en Cuba ya era inminente y al parecer su barco sí que iba cargado de millones. De la República Dominicana pronto le invitaron a irse y pasó a Portugal y de allí a Madrid, donde fue acogido por Franco. Vivió sus últimos días entre la capital y Marbella, donde murió en 1973 de un infarto y desde donde sus restos fueron trasladados al cementerio de San Isidro, donde había sido enterrado uno de sus hijos y donde aún siguen.

Dénia, cementerio nazi

La localidad alicantina de Dénia tiene en su cementerio los restos de al menos dos altos cargos del ejército de Hitler. Se trata de Gerhard Bremer, un oficial de las Wafen-SS que llegó a este pueblo de La Marina tras seis años de cárcel y al que visitaron varios excompañeros de filas en los muchos años que vivió en lo que entonces era un pueblo de pescadores. Reconvertido a promotor inmobiliario, celebraba sus cumpleaños por todo lo alto, vestido con su uniforme reglamentario y con presencia de la banda municipal. Hasta 1980.

Tumba del 'carnicero' Anton Galler, en el cementerio de Dénia. /MIGUEL LORENZO

En ese cementerio, en la tumba número 12 de la zona nueva, se encuentra enterrado el austriaco Anton Galler, jefe del batallón protagonista de la masacre de Santa Ana de Stazema, un pueblo italiano cuyos 500 habitantes fueron fusilados y quemados en la plaza del pueblo en agosto de 1944, nueve meses antes del fin de la segunda guerra mundial.