Hay elecciones a la vista en Galicia y País Vasco el próximo 5 de abril. A sus líderes, Alberto Núñez Feijoo e Iñigo Urkullu, les han entrado las prisas por ir a las urnas antes de tiempo por motivos distintos, pero su coincidente y coordinada decisión de acelerar el final de legislatura les separa, con clara intención, de la batalla electoral catalana. Batalla esta última cuyo aroma a tierra quemada se adivina a pesar de no haber sido convocadas aún oficialmente- no ya por la conocida división entre bloques, sino por el sonoro distanciamiento actual entre dirigentes independentistas. No tienen fecha, no, pero todos intuyen que los comicios en Catalunya serán un hervidero de resultado incierto para el futuro de su Govern y de su parlamento y también para el Ejecutivo central y la capacidad legislativa del Congreso, que se apoya parcialmente en ERC.

Así que en el caso de Euskadi el PNV, en consonancia con su socio gubernamental, el PSE, ha decidido que lo prudente era tomar posiciones en el tablero electoral apartándose en lo posible de la pugna interna que vive el soberanismo catalán y tener discurso y vida propia (y hasta crisis propias, como la derivada de la polémica gestión del derrumbe en el vertedero de Zaldíbar), sin contagios coyunturales indeseados. O sin sentirse en exceso atados a los vaivenes que pueda tener la recién estrenada mesa de diálogo entre el Ejecutivo central y la Generalitat con Quim Torra, por el momento con silla.

De hecho los peneuvistas, que parten como ganadores hacia el 5-A, hace meses que aspiran también a mesas de diálogo con el Gobierno que disten de la que, en su día, dibujaron PSOE y ERC para buscar campos de entendimiento y, de paso, garantizar el futuro del Pedro Sánchez en La Moncloa y unas contraprestaciones al aval republicano. Los nacionalistas vascos quieren apostar por mesas discretas, sin necesidad de reuniones multitudinarias ni pompa, ceremonias o liturgia. Bilaterales en algunos casos que se hagan públicas y en otros, que se traduzcan en reuniones de ámbito privado. Y gestos.

Para empezar durante el mes de marzo en plena precampaña electoral- se reunirán la Comisión Mixta del Concierto vasco, el día 11. El Consejo de ministros del próximo martes aprobará la designación de los representantes de la Administración General para dicha comisión, que no tiene fecha fija y que sólo se reúne cuando ambas partes consideran que hay acuerdo político a la vista para ajustar el Cupo. O sea, dinero en el horizonte. Cinco días después, llegará otra mesa: La de Transferencias, en la que se oficializará la inmediata gestión de productos farmacéuticos; ayudas previas a la jubilación y afectados por ERE y seguros escolares. Hay 32 potenciales traspasos agendados por el Ejecutivo de Sánchez, incluida la ansiada gestión de centros penitenciarios para finales de 2020 y los primeros pasos orientados a la gestión económica de la Seguridad Social. Los escaños de los nacionalistas vascos en el Congreso le son tan imprescindibles a la coalición gubernamental en España como los de ERC.

Cábalas electorales con la incógnita de Vox

Pero el PNV también necesitará, salvo enormes sorpresas, el apoyo de los socialistas vascos para reeditar su gobierno: ambos partidos estiman que, esta vez, sumarán el 5-A mayoría entre ambos por la subida del PSE sobre las espaldas de un Podemos en horas bajas y la pesca de voto de los nacionalistas en aguas conservadoras. La incógnita llega con Vox, que se presenta por primera vez en todo el territorio y nadie pone la mano en el fuego para asegurar que seguirán sin sentarse en la Cámara vasca. Hay dudas considerables.

Los del puño y la rosa, en todo caso, calculan que podrían obtener entre uno y dos diputados más por cada una de las tres provincias. Y los de Urkullu cuentan con sacar rédito de la inestabilidad que rodea a la coalición PP-Cs, así como con contener a Bildu, que asimismo espera arañar voto morado desilusionado y aprovechar el foco que ha ganado en Madrid gracias, entre otras cosas, a la relevancia que le da la derecha en sus discursos como vía directa para atacar a Sánchez, ligándolos continuamente a ETA.

Si ese objetivo de sumar entre PNV y PSE sin ayuda de terceros se logra tras el 5 de abril (y una vez hayan cerrado un pacto de gobernabilidad en Euskadi), el Gobierno vasco exigirá al central más estabilidad y resultados en las otras mesas de diálogo. Las suyas. Empezará a reclamar compromisos concretos ligados a la estabilidad presupuestaria y a demandar y seguramente a ejercer, dada la aritmética parlamentaria en España- influencia en el desarrollo de leyes económicas y sociales que les toquen de cerca. Además, tienen garantías, o eso sostienen desde el entorno de Urkullu, de ser informados sobre los avances o pasos atrás que se den en el foro de diálogo con Cataluña, de los que, aseveran, tomarán nota.