Contento, el chino Chen se encara con la pantalla de televisión mientras limpia la barra. El Telediario está resumiendo las elecciones municipales, y cuando aparece la imagen de Manuela Carmena exclama: "Se acabó la vieja!".

Flanquean a la tele un banderón franquista, con su águila negra, y otro de la Falange, junto a una colección de gorras de cuerpos policiales. Es la decoración del Bar Oliva, en el sur otrora obrero de Madrid, donde cada vez menos vecinos pueden pagar los precios gentrificados del alquiler.

Regenta el bar la sociedad limitada Hostelería Kira, de Xianwei Chen, más conocido en la ciudad como "el chino facha". Cuando vino a España, hace 20 años, se vio bien acogido por gentes de extrema derecha, y se hizo franquista. El chino se ha hecho popular en reportajes de televisión, y el Oliva es uno de los más conocidos templos del franquismo, una mutación del bar de carretera que se caracteriza por la exhibición profusa, y agobiante, de imaginería de la dictadura, y la guerra civil.

Otros siete locales parecidos a este se han asociado en la Ruta 36, una marca grupal. "Es como un camino de Santiago", explica el camarero del restaurante El Cangrejo, de La Solana (Ciudad Real). La ruta incluye a la cafetería del Valle de los Caídos (contrata pública de Patrimonio Nacional) y un local que no es bar, solo museo, dedicado a la Guardia Civil en Torremejías, junto a Almendralejo (Badajoz).

Este y sus aliados forman un cinturón en la meseta para amantes del embutido ibérico, el vino cosechero, la carne de caza y los eslóganes contra la exhumación de Franco y contra el procés. Ambos fenómenos, de la misma forma que despertaron el voto de Vox, les están animando las cajas registradoras.

FRANCO, INTOCABLE

Ocho policías, cuatro de ellos nacionales, han venido a merendar al Oliva, que frecuentan patrulleros de Madrid en su rato de descanso. "Chini, qué pasa? saluda uno de los agentes al dueño. Sigues con un Huawei? Verás como te lo vea Trump", y Chen, al dejar el móvil y volverse para atenderlos, levanta una porción de barra bajo la cual una pegatina tamaño A3 muestra la cara de Franco, la Cruz de los Caídos y la leyenda: "El Valle no se toca".

El mismo cartel adorna el WC de El Cangrejo, y recibe al visitante en el restaurante Casa Pepe, en la vertiente manchega de Despeñaperros, local decano y más visitado de la Ruta 36.

La exhumación de Franco anima las ventas, admiten en varios bares de la alianza. También es motivo de decoración. Un gran cartel en el techo de El Cangrejo muestra a un fantasmagórico regimiento en blanco y negro marchando bajo la cruz de Cuelgamuros. Bajo sus botas, el letrero: "Por qué no nos dejáis descansar en paz!!! Aquí no hay enemigos. Dimos nuestra vida por un causa. Dimos nuestra sangre por Dios y una España mejor!!!"

EL EMBOTELLADOR DEL PP

Los bares de la ruta 36 basan parte de su facturación, tanto como en las cañas y los bocadillos, en el merchandising y los souvenirs. Tienen buena venta, dicen en el Casa Pepe, los vinos que homenajean a Franco. Entre las botellas más populares, "Francisco Franco. Arriba España" se llama una, decorada a mano; otra no lleva palabras, solo el rostro del general.

La pequeña Bodega Olivares, de Jumilla (Murcia), de Francisco Selva y Encarnación Olivares, embotella la primera. Y la segunda se compra a Vinícola de Castilla SA, bodega mucho más grande de vinos manchegos.

Pero para los asiduos las botellas franquistas ya están muy vistas. Ahora renueva el mercado el licor Franco no se toca - Más Cojones, orujo de 20 grados a 17 euros la frasca, decorada por fotos del dictador y del Valle de los Caídos.

Ninguna marca luce la etiqueta. El embotellador ha podido comprobar EL PERIÓDICO- es Rafael Jesús Zurita. Su nombre era el cuarto en la lista del Partido Popular para las Municipales en Fernan Núñez (Cordoba), feudo que se disputan Izquierda Unida y el PSOE, y en el que tres legislaturas ha sido Zurita presidente del PP local.

Esta vez no ha salido concejal. Zurita explica que el licor, que lanzó al mercado en Semana Santa, "no se vende nada mal. Es que como han removido lo de Franco". Y aclara: "También servimos a las fiestas del Partido Comunista eh?". Concretamente, a conocidos de IU les suministra Licor de la Paz, un orujo aromatizado con melisa y cáñamo.

FETICHES DEL PROCÉS

Tanto como la exhumación de Franco, moviliza la Ruta 36 el procés y la saga-fuga de Puigdemont. En el Casa Eladio, de las afueras de Ávila, una lámina muestra a Franco brazo en alto y el letrero: "Que levante la mano el que sepa arreglar el problema de los separatistas".

Un gran DNI tuneado decora un rincón de El Cangrejo, con la cara del expresident y el aserto: "Naciste español y te morirás español. Jódete Puigdemont". Es solo decoración, no se vende, aclaran en el local. Sí está a la venta por 15 euros en Casa Pepe, el que tiene la tienda más grande- una camiseta ilustrada con una caricatura de Pedro Sánchez besándole el trasero a Quim Torra, y, más asequible, un dulce a cinco euros, redondo, decorado con el escudo franquista y la leyenda "Galleta para independentistas España una, grande y libre".

El rastreo de su registro sanitario lleva hasta Dulces Ana, una pequeña pastelería de Campo de Criptana (Ciudad Real) que anuncia a nivel local "las galletas personalizadas más originales para cualquier celebración". Ana, la dueña, cuenta que la galleta está teniendo buena venta: "Hago estos dulces como viñetas políticas, pero nunca contra personas", explica, y asegura: "Yo vivo de este negocio. Si me viene Podemos y me pide una tarta con la cara de Pablo Iglesias, se la hago".

Diversos locales de la ruta enmarcan también una suerte de diplomas de la plataforma radical de policías Jusapol, en recuerdo de "la Operación Copérnico para garantizar la unidad de España y el restablecimiento del orden constitucional en Cataluña por los actos del 1 de octubre", dice su texto.

En su comedor, el Casa Pepe exhibe una gran senyera separatista doblada y enmarcada con el letrero: "Estelada arrebatada al enemigo independentista, en el transcurso del golpe secesionista en Cataluña de 1 de Octubre de 2017, por patriotas españoles catalanes".

IMAGINERÍA FRANQUISTA

"Desde hace dos años pasan por aquí muchos más catalanes a tomar algo. Serán el 60 por ciento de los que vienen de fuera", cuenta Fernando Anguita, propietario del bar-museo La Gran Parada, en Cerro Muriano (Córdoba). Lo corrobora Eladio Blázquez, dueño del Casa Eladio de Ávila: "Aquí viene gente de todas partes, también bastantes catalanes".

El segundo le concede al primero el liderazgo de la Ruta 36. Anguita lo reconoce: "Charly, uno de los impulsores de la Ruta 66 de Estados Unidos, es amigo mío. Y de él cogí la idea. Pero por qué me pregunta por la ruta? También hay bares comunistas, y de esos no dicen nunca nada".

Moteros, camioneros o turistas que quieran completar este peregrinaje llevan un carné que sellar en cada local. "Y cuando lo llenan se les invita a comer", dice Blázquez. El momento de más afluencia a su bar es cada 20 de noviembre, cuando organiza una misa en la terraza.

Al fin y al cabo estos templos del franquismo viven de la ritualidad y de la delectación de la clientela con una simbología proscrita por la Ley de Memoria Histórica. "Arriba España", ni "dígame" ni "buenos días", contestan al teléfono en El Cangrejo. El local anuncia menús a 20 euros por Carnaval como "pura tradición española" obviando que Franco la prohibió- o por el día del padre, recordando al dictador como "el verdadero padre de nuestro país".

En la surtida tienda del Casa Pepe, el local más visitado, con 600.000 euros anuales de volumen declarado de negocio, conviven los chapiris legionarios a 15 euros con apócrifos bustos de Franco de escayola a cuatro euros, o, a 90, cabezas de bronce de Millán Astray en la misma esquina donde se ofrecen correas rojigualdas para el pitbull, miguelitos de La Roda y piononos de Santa Fe, no muy lejos de un "jamonero antibacterias" decorado con la cruz de hierro de la División Azul.

La factoría People, del grupo HTC, le fabrica al local salvacucharas con el yugo y las flechas y mandiles con el águila franquista. La misma firma surte a las tiendas de turistas de Catalunya de rajoles de Barcelona, miniaturas de la Sagrada Familia, flamencas y toros de trencadís.

No es la única firma grande que recibe estos pequeños encargos. Camisetas con escudos franquistas de la formación ultra AES, que vende El Cangrejo, tienen su origen en el grupo madrileño JHK, de una dinastía textil que fundó Santos Ángel Cervera, último alcalde franquista de Getafe.

SOLO PARA PARROQUIANOS

En el bar Oliva, la clientela habitual sabe que el dueño, Chen Xianwei, le ha puesto a un hijo el nombre de Franco Chen. Pero menos parroquianos están enterados de que un gran retrato pintado del dictador que manda en la pared es un regalo de Carmen Martínez Bordiú, nieta del general, por el nombramiento del chino como caballero de la Fundación Francisco Franco.

La imaginería de estos locales dirige a la clientela guiños de una semiótica particular en las paredes o en el menú. Reconoce Eladio, el de Ávila, que los platos más pedidos de su carta son "los huevos rotos fusilados" y los "callos al rojo vivo", más que las "gambas a lo Tejero con ajo".

Chen Xianwei recibe dicharachero a un parroquiano jubilado, desvelando su pasado castrense: "Qué pasa, legionario? Qué tarde vienes esta mañana. Es que has estado de putas?"

Pero esta campechanía se reserva solo a los habituales. A los ajenos está dirigida otra suerte de hospitalidad, que resume la pegatina de la puerta de El Cangrejo: "Entras en zona nacional. Si no te gusta, vuelve por donde viniste". O este otro aviso, de Casa Eladio, correlato de uno de los argumentos de Vox en la campaña electoral, que bien podría recitar Charlton Heston en una convención de la Asociación del Rifle: "Esta casa está protegida por Dios y un arma. Entra sin invitación, y conocerás a ambos".