El 12 de julio, los vascos y los gallegos acudirán a las urnas y el resultado podría tener consecuencias en Madrid para los dirigentes de los dos principales partidos, Pedro Sánchez y Pablo Casado, por diferentes razones. En País Vasco, el lendakari, Íñigo Urkullu (PNV), volverá a revalidar su cargo con ayuda de los socialistas vascos, según indicó este miércoles el Centro de Estudios Sociológicos (CIS), un resultado que tranquilizará a Sánchez, cuya situación es precaria en el Congreso, al poder seguir contando con el apoyo de los nacionalistas vascos. Casado, por su parte, se juega en las dos comunidades su estilo de hacer política: en País Vasco porque apartó de forma fulminante a Alfonso Alonso y colocó como cabeza de cartel al 'duro' Carlos Iturgaiz y, en Galicia, porque es su compañero, el moderado Alberto Núñez Feijóo, el que puede revalidar una nueva mayoría absoluta en la Xunta. La cuarta consecutiva. Y con un discurso de centro.

Feijóo tiene a su alcance esa victoria aplastante y, además, con la encuesta del CIS en la mano, lograría frenar a Vox, una obsesión para Casado desde que relevó a Mariano Rajoy al frente del PP y que le ha llevado a radicalizar el discurso de la formación. El mensaje indirecto es que los populares ganan cuando hacen un partido "grande", y cubren el centro, y pierden cuando apuestan por uno "pequeñito", en las palabras que utilizaba también el moderado Alonso en sus últimos meses como dirigente en el País Vasco. Los populares en Euskadi, con Iturgaiz al frente, tienen, además, unas previsiones muy malas: el sondeo del instituto público le da solo entre tres y seis escaños de los 75 que tiene la Cámara autonómica. Esta legislatura han contado con 9. Y eso que ahora se presentan en coalición con Ciudadanos (PP+Cs, se llama). Si eso se confirma, significa que la apuesta personal de Casado no ha funcionado.

LA AUTORIDAD INTERNA DE SÁNCHEZ

El PSOE llega a esta doble convocatoria electoral en muchas mejores condiciones que hace cuatro años. Los comicios del 2016 coincidieron con uno de los peores momentos del partido, en plena convulsión interna por el batacazo en las generales de junio (85 diputados), que empeoró sus resultados tanto en Euskadi como en Galicia, pasando de 16 a 9 escaños en la primera autonomía y de 18 a 14 en la segunda.

Aquello fue la puntilla que terminó con la primera etapa de Sánchez como secretario general, que se vio obligado a dimitir poco después. Ahora, en cambio, los socialistas presiden el Gobierno, lideran la intención de voto en toda España y la autoridad interna de Sánchez resulta indiscutible. Dan por supuesto que esta vez ampliarán sus apoyos, sobre todo a costa de Podemos.

El PSOE aspira a continuar gobernado en Euskadi junto al PNV, pero en un lugar muy secundario, y no ve ni por asomo posibilidades a relevar en Galicia a Feijóo. Aun así, Sánchez y el resto de miembros del Gobierno se volcarán en los comicios, con continuos mítines en las dos comunidades. Salvo cambios de última hora, Sánchez visitará en tres ocasiones cada una de ellas.

PODEMOS, DISGREGADO

Podemos parte en un estado más precario, sobre todo en Galicia, informa Miguel Ángel Rodríguez. Las anteriores elecciones a la Xunta fueron las primeras en las que se presentó Podemos, de la mano de IU, En Marea y Equo. Obtuvieron 14 escaños y fueron la segunda fuerza más votada. Sin embargo, en los dos últimos años se han roto las alianzas de la coalición. En Marea se quedó con el nombre y en las elecciones generales pasadas, Podemos e IU se presentaron con el nombre de Galicia En Comú. Esa pérdida de marca y las disputas internas han hecho que la formación pierda fuerza en Galicia. El CIS solo les augura entre cuatro y seis diputados.

En Euskadi, los morados tienen más músculo. Su alianza con IU puede mantenerse en los 11-12 escaños (ahora tiene 11). La segunda fuerza es Bildu, que puede sacar 16-18. Urkullu espera poder sumar sus 31-34 a los 11-13 de los socialistas vascos y seguir en la presidencia.