Ya hay cola de jefes policiales para comprar ‘Ni pena ni miedo’, el ensayo autobiográfico que publicó el hasta hoy juez Fernando Grande-Marlaska en 2016, en el que expone algunos de los valores personales que le consagran como un emblema del ala izquierda de la judicatura.

En esa obra -cuyo título lleva tatuado el juez en una de sus muñecas- desgrana, además, su experiencia como gay que salió del armario no sin problemas con la familia, activista de causas LGTB cuando se lo han pedido, el primer togado que protagonizó una crónica nupcial en la revista 'Zero'.

En junio de 2006, al suceder a Baltasar Garzón en el Juzgado de Instrucción 5 de la Audiencia Nacional, culminó su forja en la lucha antiterrorista, donde acuñó también la experiencia de saberse objetivo de ETA. De hecho, en una primera parte de su carrera en Bilbao, su ciudad, la presión llegó a hacérsele insufrible.

Por eso el nombramiento ha sido bien acogido en la cúpula policial. Por eso, y también porque sus subordinados tienen razones para considerarle uno de los suyos: su padre fue policía en el Bilbao del tardofranquismo. Entre los comentarios del sector en su contra, el recuerdo de su instrucción del chivatazo policial a ETA en el bar Faisán de Irún y el archivo de una de las causas del Yakolev 42. Y entre sus sunmarios hito, el procesamiento de Arnaldo Otegi.

Conocedor de la Vía Nanclares

Quienes han investigado a sus órdenes le reconocen metódico, jurista higiénico, y subrayan su conocimiento de la vía Nanclares de reinserción de etarras.

"Pero ya es político: ahora ya no es juez", recela un guardia veterano conocedor de las interioridades de Interior, esa ciencia. Y subraya que es el segundo ministro que accede al cargo en Alerta 4. Tiene ese frente abierto, y otro en el sur contra el narcotráfico; y, claro, pesa sobre su departamento el potencial de un tercero en Catalunya.

"Tiene grandes retos por delante -dice Juan Fernández, portavoz de la AUGC, principal asociación de la Guardia Civil-: el de la equiparación salarial, que está por cumplir, y un plan de reorganización de las unidades de la Guardia Civil que ya tenía detallado el anterior Gobierno, eliminando cuarteles ya obsoletos”.