El Pleno del Tribunal de Cuentas aprobó ayer su informe sobre las denominadas embajadas catalanas y al Consejo de Diplomacia Pública de Cataluña, conocido como Diplocat, que el Gobierno central liquidó en diciembre de 2017 bajo el amparo del artículo 155 de la Constitución. Su conclusión es que buena parte de esos fondos públicos se usó para promocionar en el extranjero el procés catalán y el desafío independentista. Hasta 456 actividades.

Se trata del informe que a finales de 2017 encargó la Comisión Mixta (Congreso-Senado) para las relaciones con el Tribunal de Cuentas. Lo hizo a instancias del PP, que presentó una iniciativa, apoyada por PSOE y Ciudadanos, para aclarar si los fondos destinados a la acción exterior catalana se habían utilizado «conforme a los principios de economía, eficacia y eficiencia». Según el texto que han manejado los consejeros, la Generalitat gastó entre 2011 y 2017 más de 27 millones de euros en actividades de las delegaciones catalanas en el extranjero y otros casi 16 en el Diplocat, y parte de ese dinero se dedicó a difundir el proceso soberanista.

El tribunal sostiene que las llamadas embajadas se crearon con un sistema de autonomía financiera que les permite realizar todo tipo de gastos sin necesidad de someterse a controles.

Por otra parte, el juicio del procés transcurrió ayer entre distintos escraches, acosos y protestas sufridos por guardias civiles en Cataluña el otoño del 2017. Episodios que acreditan el odio que los agentes sentían que suscitaban entre cierta parte de la población que se enfrentó a ellos como si gozara de inmunidad total.

El más grave de los relatados, sin duda, el lanzamiento de un artefacto incendiario contra el acuartelamiento de Igualada que provocó llamas en el patio y causó miedo entre las familias que residen en él, por el convencimiento de que alguien podía haber resultado herido.

El teniente al mando explicó que sus órdenes eran «aguantar, aguantar y, si se puede, aguantar un poco más, sobre todo, no protagonizar ningún tipo de incidente», porque ante la «masa», cualquier cosa «puede encender la mecha». Por eso cuando los manifestantes aprovecharon la situación para izar la estelada se optó por esperar a que se retiraran para quitarla.