La penúltima provocación británica a cuenta de Gibraltar ha logrado sacar de sus casillas al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, criticó ayer al premier británico, Tony Blair, por enviar a Gibraltar a su ministro de Defensa para asistir al tricentenario de la invasión del Peñón por tropas inglesas. El controvertido acto tendrá lugar el miércoles 4 de agosto.

Tras la última reunión del Consejo de Ministros antes del paréntesis veraniego, ayer Fernández de la Vega trató en un primer momento de rehuir la pregunta sobre la visita a la Roca de Geoffrey Hoon, titular de Defensa del Gobierno británico. Arguyó la vicepresidenta que el Ejecutivo carecía de confirmación oficial sobre el viaje a Gibraltar del ministro de Blair. Pero tan pronto como sus asesores le transmitieron que la información era cierta, Fernández de la Vega garantizó que este nuevo desaire no iba a quedar sin respuesta. "Por la vía diplomática, que quede claro", bromeó.

"AMIGOS Y ALIADOS" "Desde luego, ésta es una visita que no vamos a considerar, o que no vamos a calificar en estos momentos de lo más oportuna. Yo diría que es más bien inoportuna", manifestó la número dos del Gobierno de Zapatero. Fernández de la Vega agregó que este tipo de gestos no deberían producirse en las relaciones entre dos "países amigos y aliados" como España y el Reino Unido.

Por todo ello, el Gobierno español no demoró ni un minuto el traslado de una protesta formal a Londres. La vicepresidenta anunció que, en todo caso, sería el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, Miguel Angel Moratinos, quien iniciara "de inmediato las acciones oportunas" para transmitir a Londres el malestar del Gobierno español.

El anuncio de Fernández de la Vega no tardó en materializarse en hechos. El secretario de Estado para la Unión Europea (UE), Alberto Navarro, transmitió personalmente esta queja a su homólogo británico, Denis McShane, que casualmente se hallaba ayer en Madrid.

Pero como el ministerio juzgó "insuficientes" las explicaciones de McShane, según fuentes diplomáticas, dos altos cargos de Exteriores convocaron al embajador británico, Stephen Wright. El Gobierno trasladó al diplomático su enfado por este nuevo "gesto inamistoso", como lo calificó Moratinos desde Palma del Río (Córdoba). El ministro advirtió también de que España "se reserva la adopción de otras acciones" frente al Reino Unido.

LA RETIRADA DE IRAK Desde que Zapatero llegó a la Moncloa y retiró a las tropas españolas de Irak, las relaciones hispano-británicas han ido de mal en peor. Pese a su buena sintonía con el entonces presidente, José María Aznar, Blair no dudó en autorizar que el submarino nuclear Tireless fuese reparado en el Peñón. Ni tampoco en abortar el proceso de diálogo abierto con el objetivo de compartir la soberanía de la colonia.

Si su complicidad con Aznar no llevó a Blair a flexibilizar la postura británica sobre la Roca, la frialdad de sus relaciones con Zapatero no presagiaba nada bueno. Pero ni los peores vaticinios podían augurar una reacción tan desafiante como la que ha adoptado el premier británico ante el nuevo Gobierno español.

LA PRINCESA Y EL ´TIRELESS´ La primera provocación se produjo en junio, cuando, también con el pretexto del 300º aniversario de la ocupación de la Roca, la princesa Ana de Inglaterra aceptó la invitación de las autoridades gibraltareñas de visitar la colonia. Madrid se quejó sin éxito, y más tarde hizo lo propio al conocer el regreso del Tireless, esta vez sin averías. La asistencia de Hoon a la conmemoración militar de la toma del Peñón constituye otro desaire. Y, probablemente, no el último.