Gustavo de Arístegui hace un aparte en su labor parlamentaria para hablar con EL PERIODICO sobre su libro El Islamismo contra el islam (Ediciones B), que aborda desde sus distintas ópticas el fenómeno del islamismo y el terrorismo yihadista. Su diagnóstico: la principal víctima del islamismo es el islam.

--Usted sostiene que la participación de las autoridades españolas en la investigación de los atentados del 11-S en EEUU influyó para que España se convirtiera en objetivo del terrorismo islamista.--Hay varios elementos que colocan a España como objetivo especial del islamismo: la nostalgia por la gloria del pasado, representada por Al Andalus; el sentimiento de decadencia por la pérdida de Al Andalus; la consideración de España como un país apóstata, pues era de la umma (comunidad islámica) y dejó de serlo. El cuarto es la venganza. La policía, los jueces y el Gobierno español de José María Aznar fueron determinantes en el esclarecimiento de las tramas más oscuras del 11-S y llevaron a la detención de más terroristas que en ningún otro país. La tesis de la venganza quedaría clara de confirmarse la versión de los mandos policiales que atribuyen la organización del 11-M a Abú Dahdah detenido desde el 2001 en España por su vinculación con el 11-S. Yo creo que en los atentados de Madrid hubo una confluencia de elementos: Al Qaeda, delincuentes comunes, desconocidos...

umma

--¿Se refiere a ETA?--Yo nunca descartaría una UTE Unidad Temporal de Empresas de terroristas.

--¿Cómo valora acción la del Gobierno frente al islamismo radical?-Hay un error de análisis de fondo. Veo teorías muy superadas sobre lo que ocurre. La política exterior no se puede basar en una continua cesión.

-- ¿A qué se refiere?--A veces no es una cesión concreta, sino de lenguaje. El problema del Gobierno es de lenguaje. Hay una evolución lógica de política exterior desde 1977. La agenda trasatlántica de la UE la impulsó el Gobierno socialista español en 1995. Ellos nos dieron la carcasa y el PP la llenó de contenido. José Luis Rodríguez Zapatero vuelve ahora al lenguaje de finales de los 70, de los países no alineados.

--¿Cómo afecta esto a la lucha contra el terrorismo islamista?--Yo no digo que este Gobierno sea laxo con el terrorismo, sino que su análisis es erróneo. El presidente reduce a sólo dos las causas del fenómeno: la pobreza y el conflicto árabe-israelí. No habla de colonialismo, descolonización, fracaso de sistemas políticos. Tampoco profundiza en los remedios. No habla de la estrategia multidimensional: seguridad, reformas legales, política penitenciaria. No cita la dimensión estratégica y militar, ni el diálogo, que no alianza, de civilizaciones. El presidente sólo habla de dos remedios de veinte: la cooperación y la alianza de civilizaciones.

--¿Es posible contar con las comunidades musulmanes para frenar el radicalismo en España?--Hay esa falsa progresía de pagar a todas las religiones, lo que me parece bien, siempre que se haga en proporción al número de fieles; pero antes hay que ver si los receptores del dinero tienen la estructura para garantizar que no va a caer en manos equivocadas. Yo creo que, hoy por hoy, no. Las comunidades musulmanes presentes en la Comisión Nacional de Libertad Religiosa no tienen suficiente control.

--El Gobierno aragonés se plantea eliminar del escudo cuatro cabezas cortadas de musulmanes por ser ofensivo con el islam--Es un grave error. Y no se trata de una cuestión menor. Hay núcleos islamistas en ciertos lugares del mundo que generan esos pensamientos. La historia es la que es y hay que asumirla con luces y con sombras. Acabaríamos quitando la cruz a la corona de la bandera.