El lema tenía gancho. "Ni Su, ni Sa", decía. Quienes lo utilizaban defendían con él la necesidad de que el PSOE contara con un líder distinto a Susana Díaz y Pedro Sánchez, debido a la división que ambos generaban. La frase corrió por los círculos socialistas poco después de la forzada salida del exsecretario general, pero duró muy poco. Primero se lanzó Sánchez, aupado por las plataformas de militantes que le pedían que diese el paso. Después, Díaz, que compatibilizó el protagonismo de los afiliados con el de la vieja guardia. Y ahora la herida en el partido es incluso mayor que entonces. Gane quien gane, los socialistas se enfrentan a enormes riesgos.

Una victoria de Díaz sería, en principio, menos traumática para la organización. La presidenta de la Junta ha gobernado en la práctica el PSOE desde la caída de Sánchez. La gestora no ha dado un solo paso, ya fuera impulsar la abstención ante el PP o retrasar las primarias, sin su visto bueno. A su lado están casi todos los presidentes autonómicos, que respirarían tranquilos con un triunfo de la andaluza que tampoco alteraría la gobernabilidad en España.

Los problemas derivados de este resultado serían otros, algo que reconoce incluso el núcleo duro de Díaz. La distancia que separa a muchos dirigentes de gran parte de las bases del partido se agrandaría. "El día después va a ser difícil de gestionar. Habrá un número importante de afiliados que entregarán sus carnets del partido", anticipa un cercano colaborador de Díaz, que también se pregunta qué hacer con aquellos dirigentes que apoyan a Sánchez y se han destacado en esta campaña por la virulencia de sus ataques a la presidenta andaluza, como el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, y el diputado José Luis Ábalos.

Y después está el cartel electoral. Díaz ha dejado claro que quiere ser la próxima candidata a la Moncloa, pero muchos de sus actuales partidarios no lo comparten, a la luz del mal resultado que obtiene en todas las encuestas. Para ser la cabeza de lista, según los estatutos del PSOE, debería volver a presentarse a unas primarias, esta vez abiertas a los simpatizantes y no solo a los militantes, a las que también podría concurrir Sánchez.

EFECTOS AUTONÓMICOS

Los riesgos del triunfo del exlíder socialista son distintos. Sus adversarios vaticinan todo tipo de calamidades, como una entrega a Podemos y una deriva izquierdista que llevaría al PSOE por el mismo precipicio que el socialismo francés. Lo que nadie duda es que los presidentes autonómicos que apoyan a Díaz quedarían en muy mal lugar: las primarias confirmarían que no son capaces de mover a sus propios afiliados y eso tendría importantes efectos tanto en sus federaciones como en sus comunidades. En algunas, como por ejemplo València, los socialistas llevaban más de 20 años sin gobernar. Los colaboradores de Sánchez suelen recordar que los barones apoyaron a José Bono frente a José Luis Rodríguez Zapatero en el 2000, y que nada pasó cuando ganó este último. Pero sus adversarios no creen esta versión. El ambiente ahora es mucho más tenso que entonces.