A los fallos de coordinación entre los cuerpos policiales se sumó la escasa atención que los responsables del Ministerio del Interior prestaron a las alertas de la Interpol y de los propios servicios de inteligencia españoles. Interior ni siquiera prestó atención a la información del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que en una nota del 6 de noviembre del 2003, cuatro meses antes de la masacre, les alertaba de que el argelino Allekema Lamari estaba preparando "un atentado en España".

Los responsables de los servicios secretos solicitaban la búsqueda y vigilancia de Lamari, que había desaparecido del domicilio en Tudela (Navarra) y se había trasladado a Madrid, estableciendo contactos en Leganés y en el barrio de Lavapiés. Se trataba de un tipo peligroso. Había sido detenido y juzgado en 1997 por pertenencia al Grupo Islámico Armado (GIA) y había salido de prisión en junio del 2002.

Todavía el 6 de marzo, cinco días antes de los atentados, el CNI pedía ayuda policial para localizarlo. Pero los responsables de Interior no contestaron. Después de la tragedia, el 16 de marzo, los representantes del CNI eran invitados a la reunión de mandos de Interior para coordinar la investigación. En la reunión aportaron un informe sobre la personalidad de Lamari, su radicalidad y sus dotes de mando, y pidieron que su foto se incluyera entre los sospechosos. Pero ni entonces tuvieron éxito.

Sin embargo, el CNI tenía fundadas razones. Las huellas de Lamari aparecieron en los restos de un ejemplar del Corán hallado entre los escombros del piso de Leganés. El imán radical Safwan Sabagh, afincado en Valencia, confesó al juez Juan del Olmo que le había enviado el libro sagrado a la cárcel en 1999.

Las pruebas de ADN de los padres de Lamari, residentes en Argel, que ordenó la jueza Teresa Palacio, acabaron confirmando que era el séptimo suicida de Leganés.

Si Lamari, el Tunecino y el Chino --los tres suicidados-- eran elementos importantes de la trama, también Rabei Osmán Sayed, el Egipcio, formaba parte de la célula y se encontraba bajo control policial, pero logró huir cuatro días antes de la masacre. Sería detenido en junio en Italia gracias al seguimiento telefónico que realizaron varias policías europeas, y de él se espera la explicación sobre la morfología de la trama.

La cadena de imprevisiones no termina. La policía poseía información de las relaciones del Tunecino y el Egipcio con el supuesto jefe militar de Al Qaeda en Europa, Amer el Aziz, alias Otman al Andalusí . Pero no estrechó el cerco sobre ellos.

¿Pesó la falta de medios y directrices del Gobierno? Un dato: El Tunecino estaba casado con una hermana de Mustafá Maymuni, imputado en los atentados de Casablanca. El había alquilado por primera vez la casa de Morata de Tajuña (Madrid) en la que se montaron las bombas. Pero el Gobierno se negó a relacionar aquel atentado con la amenaza en España.