La semilla de la crisis alumbró en Europa movimientos antieuropeos, xenófobos y ultraderechistas. España había sido regada con los mismos ingredientes: paro, desigualdad, pobreza y fuerte inmigración, pero no dio iguales frutos. La dictadura dio 30 años de ventaja a los países vecinos para que la derecha se reinventara. Mientras, aquí seguía siendo una opción política «atomizada, fragmentada, nostálgica y sin recorrido», como señala el historiador Xavier Casals.

«El pasado autoritario de España es reciente y ha sido vivido por casi la mitad de la población actual», añade la investigadora del Real Instituto Elcano Carmen González, que constata que España era la excepción en Europa. El último CIS da a Vox un 1,4% de los votos, siete veces más de lo que cosechó en las generales. Que se sienten en el Parlamento es improbable pero impredecible, según los expertos.

El discurso antiinmigración tenía difícil encaje en un país de emigrantes hasta hace apenas unas décadas. Según el último eurobarómetro, solo el 6% de los españoles considera la inmigración un problema, frente al 21% de media de la UE. Lo mismo ocurre con los refugiados: el 86% de los españoles creen que hay que ayudarles frente al 67% de media europea. En el CIS, la inmigración como el principal problema no superó el 10% en los últimos ocho años. Hasta este verano. Las dos últimas encuestas elevan el 3,5% de junio al 11,1% de julio y 15,6% de agosto. Y es aquí donde la extrema derecha podría abrirse un hueco: «Vox lleva desde antes de verano haciendo campaña en Ceuta y Melilla, exigiendo construir un muro, como Trump».

El franquismo trajo un rechazo a cualquier tipo de exaltación patriótica. Pero en el último año las banderas españolas ondean en los balcones. ¿El motivo? Cataluña. «El secesionismo moviliza a la ultraderecha ahora como lo hizo en el pasado. El ultranacionalismo español se configuró en torno a su oposición al troceamiento de España», señala Casals. «El procés ha producido una reacción. No es que nos sintamos más españoles, es que se ha roto el tabú para expresarlo», coincide González.

Vox ha encontrado hueco en el antisecesionismo, pero también en la memoria histórica y en la recomposición del espacio de centro derecha. «Cs y el PP pugnan por ocupar aparentemente un mismo espacio y Vox se ha logrado dibujar una parcela del electorado», indica Casals. «El PP cuando está gobernando es más de centro que cuando está en la oposición, estar en el Gobierno obliga a centrarse», señala González.

Casi tres de cada cuatro personas que se colocan en la extrema derecha aseguran que votarían al PP, frente al 10,3% que apostaría por Vox. El PP sigue siendo su voto útil, y la llegada de Pablo Casado ha traído consigo un discurso más escorado. «La nueva dirección del PP está enfatizando cosas como la familia tradicional que antes no estaba promocionando. Es una cierta derechización, pero muy pequeña», indica González.

En Europa, al presidente austríaco le funcionó derechizarse para atraer electorado del radical FPO, con quien ha acabado formando gobierno. «Ha conseguido ganar pero ha desplazado todo el mapa político y ha instaurado ahí una competición política complicada. En Francia, la aproximación de la derecha al lepenismo para cortocircuitar su efecto ha beneficiado a Le Pen, porque el electorado siempre prefiere el original a la copia. Si Casado disputa el voto a Vox, eso puede hacer que el PP atraiga a ese electorado.