Durante décadas, un susurro recorrió Cataluña: los gobiernos de CiU asociaban la obra pública a la financiación irregular del partido. En enero del 2005, el derrumbe parcial del túnel de maniobras de la línea 5 del metro de Barcelona que se estaba construyendo en el Carmel creó las condiciones políticas apropiadas para que el 3% se convirtiera en símbolo de la supuesta corrupción organizada de CDC. El desastre social y la crisis política causada por aquel accidente explotó en el Parlament un mes después del primer desprendimiento de tierras y el primer desalojo de viviendas.

Pero antes del túnel hubo una auditoria sobre el último gobierno de CiU. Aquella auditoria, redactada con una exagerada prudencia y con un lenguaje de especialista, resultó decepcionante para una parte de la opinión pública que seguramente esperaba una descripción del escándalo. Sin embargo, los vicios en la gestión allí recogidos y las alarmas descritas sobre la obra pública no pasaron desapercibidos por los afectados. El diputado Francesc Homs hizo saber al 'conseller' Antoni Castells que daba por acabadas las reuniones secretas para preparar la nueva propuesta de financiación de la Generalitat.

LA TORMENTA SE VEÍA VENIR

En estas circunstancias, era fácil aventurar que la sesión de control al 'president', en la vigilia del pleno sobre el Carmel, sería tormentosa. Artur Mas no defraudó las expectativas: emplazó a Pasqual Maragall a ratificar su defensa de la gestión de la crisis por parte del titular de Política Territorial i Obres Públiques, Joaquim Nadal, de quien ERC había pedido el cese. El 'president' se ratificó, subrayando que Nadal estaba asumiendo un drama que venía de antes y Mas le acusó de frivolidad ante la crisis que vivía el país. Entonces Maragall replicó: “En realidad, ustedes están atacando su propio proyecto, firmado o no, y ahora están pagando justos por pecadores”.

Al día siguiente, los titulares de prensa recogían con todo alarde la atribución de la culpa del accidente a CiU. Y, además, en el editorial de EL PERIÓDICO se leía: “Llega la hora de investigar, por ejemplo, si todo lo que se dice en Cataluña sobre el destino del 3% del dinero de las obras públicas adjudicadas años atrás ha acabado influyendo en el grueso del encofrado o en el número de prospecciones en las obras del Carmel”.

Esperando una reacción airada de CiU por lo sucedido en las últimas horas, el guion del día atribuía todo el protagonismo del pleno extraordinario al 'conseller' Nadal, quien aludiría a la falta de estudios geológicos del subsuelo, a los cambios técnicos aplicadas al proyecto inicial y a la subcontratación de la obra, adjudicada a la empresa pública GISA pero realizada por una UTE formada por FCC, Comsa y Copisa. La intervención del presidente no se contemplaba.

RETADO TRES VECES

Mas retó por tres veces a Maragall a subir a la tribuna y repetir que la culpa de aquel accidente era del gobierno de CiU. “Hágalo otra vez y entonces tendremos un debate también sobre esto y otras cosas”, remató. El silencio en el hemiciclo fue cinematográfico y solo se truncó por los murmullos de expectación al ver al 'president' levantar la mano para pedir la palabra: “Ustedes tienen alguna cosa para esconder, si no, no se explicaría su tono, la historia lo demostrará”. El líder de la oposición afirmó a continuación: “Algún problema debe tener usted si considera que en este Parlament se le falta al respeto simplemente por la sesión que hemos tenido hoy”. Y Maragall respondió: “Ustedes tienen un problema y este problema se llama 3%”.

Una oportuna referencia al proyecto del Estatut por parte de Mas devolvió las aguas a su cauce, como si nada hubiera pasado. Pero había ocurrido. A la salida del hemiciclo, Maragall se adentró en su calvario particular, propiciado por un error en las formas al denunciar unas sospechas sobre las que no tenía dudas. Tardó pocos minutos en darse cuenta que estaba solo, que nadie de su Govern, ni de su partido le iba a acompañar en la acusación. Un dirigente socialista lo confirmó desde el anonimato: no hay ningún interés en quemar el país en la búsqueda de un 3% del que no hay pruebas.

Maragall lloró aquella noche su impotencia para convencer a los suyos de la necesidad de investigar lo que se susurraba por toda Cataluña, mientras CiU lo calificaba de 'president' indigno. Solo el fiscal jefe de Cataluña, José Maria Mena, siguió con los indicios y abrió el sumario de Adigsa por un supuesto pago de comisiones del 20% en la rehabilitación de viviendas. 12 años después, la leyenda del 3% es una causa judicial.