Ya se hicieron la foto. Las piruetas y contorsiones de Ciudadanos en las vísperas le sirvieron, como mucho, para acabar con agujetas, pero el retrato de la sesión constitutiva del undécimo Parlamento de Andalucía fue el previsto, el que se vislumbró al 80% del recuento durante la noche electoral. La derecha ya ha sumado, sumó ayer, para que arrancase un tiempo absolutamente inédito en Andalucía en el que sus señorías se estrenaron prometiendo y jurando por lo que tuvieron a bien, que para eso les apuntaban los focos de la historia. Quizá por eso retumbaron los «Por España», limpios y secos, que Vox pronunció por primera vez en la Cámara autonómica, convertida en el laboratorio de pruebas de una alianza a tres en la que Cs, ahora sí, ha decidido mojarse.

Y es que va a ser en Andalucía, desde una tercera posición política, donde el partido más votado de Cataluña va a estrenarse en el coche oficial de un gobierno autonómico. Aspira a dar cumplimiento al mandato histórico de coprotagonizar el cambio que nunca llegaba, la alternancia pendiente que durante años alimentó el discurso de la supuesta singularidad andaluza y que justifica ahora la operación en la que se ha embarcado Ciudadanos.

No está exenta de riesgos esta gesta. Por lo pronto, la misión naranja en Andalucía cuenta ya de antemano con la campaña de acoso y derribo del conjunto del PSOE, de los que se llevan bien y de los que no se soportan, unidos por una cuestión de supervivencia que pasa por evitar que Albert Rivera siga capitalizando el descontento de los votantes socialistas a cuenta del debate territorial, que desconcierta y divide al PSOE.

¿Podrá seguir Albert Rivera pescando en los caladeros tradicionales del PSOE tras su foto con la ultraderecha? Lo que le va a pedir al votante de centro izquierda es que digiera que el cordón sanitario que Inés Arrimadas impone en Cataluña al independentismo no se haya planteado en Andalucía para aislar a la ultraderecha que demonizan los socios europeos de Rivera y su fichaje estrella para las municipales, Manuel Valls.

Pese a la resistencia a reconocer la evidencia, en este pacto andaluz no ha habido líneas rojas. No se las ha puesto Cs a Vox y ahí está el principal argumento que el PSOE lleva desplegando semanas para frenar su sangría por el centro en beneficio de Rivera. Va a ser su línea argumental en la precampaña en la que ya estamos mientras muchos en el partido se encogen de hombros y se preguntan hasta dónde podrán llevar el «no todo vale» mientras la gobernabilidad de España sigue pendiente de los votos de ERC y PDECat. Justo hoy se cumplen tres años de aquella resolución del Comité Federal en la que los afines a Susana Díaz le impusieron a Pedro Sánchez sus líneas rojas para que no pudiera negociar con quienes cuestionaban la unidad de España. Aquel 28 de diciembre, como hoy, era el Día de los Santos Inocentes.