Las comparecencias de Pasqual Maragall y de Josep Lluís Carod-Rovira, ayer en la Diputación Permanente del Parlamento catalán, sirvieron para que la oposición (CiU y PP), crecida ante los graves problemas del Gobierno tripartito, se estrenase a lo grande en su papel fiscalizador del Ejecutivo. El presidente catalán, primero, y el exconseller en cap , después, sufrieron la dureza de la oposición, mientras que el tripartito no pudo esconder sus heridas.

La situación creada por la reunión de Carod con ETA y la actuación de Maragall en la crisis mostró a una oposición convencida de que el tripartito está herido de muerte y dispuesta a darle el tiro de gracia.

El líder de CiU, Artur Mas, hurgó en la herida que más le duele a Maragall: ¿Por qué rechazó primero la dimisión de Carod para aceptarla al día siguiente, después de que el líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, le instase a ello?, le preguntó, para añadir que había quedado claro la supeditación de la Generalitat y de su presidente al PSOE. "Nunca un presidente de la Generalitat había actuado con tan poca dignidad en el ejercicio de su cargo".

MALESTAR CON EL PARTIDO Maragall no respondió, pero tampoco hizo ningún esfuerzo por esconder su malestar con el PSOE. El president explicó que algunas intervenciones "legítimas y sinceras" de dirigentes de este partido, cuyos nombres no quiso citar, "no le ponían las cosas fáciles". Añadió que su decisión no se vio influenciada. Maragall le recordó a Mas que "para pactos que desprestigian a Cataluña", los firmados por CiU y el PP, en 1996, tras la primera victoria de los populares.

El secretario general de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, centró su intervención en atacar a Carod. Le acusó de actuar con una "demagogia inaceptable" e "irresponsablemente", y de "engañar y confundir a la gente" con sus explicaciones y justificaciones sobre su cita con ETA.

El dirigente democristiano también acusó a Carod de actuar con el mismo maniqueísmo --buenos o malos, blancos o negros-- del que acusa a Aznar cuando el pasado martes, al anunciar que se presentaba a las elecciones, emplazó a la sociedad catalana a que diga si valora positivamente o no su iniciativa de reunirse con los jefes etarras. "Esta es una cuestión suya, no de la sociedad catalana. No se puede plantear un plebiscito. Esto pertenece a una actitud populista, más propia de otros sistemas", remató Duran.

El debate de Maragall con Piqué se movió en una línea de dureza. El president descargó toda su artillería sobre el Ejecutivo de Aznar, convencido de la justicia de sus argumentos y de la necesidad de recuperar el protagonismo en una crisis que está beneficiando a ERC, CiU y PP.

Carod pareció quedar tocado por la dureza usada contra él por Duran Lleida y por Josep Piqué. El exconseller en cap , que se mostró convencido de que "hablar para intentar evitar muertes, nunca puede ser un error", reconoció "con humildad" que se equivocó "en la forma, pero no en el fondo" al reunirse con ETA.

LA "TRAMPA" DEL PP El líder republicano instó al PSOE a que "sea valiente y no acabe cayendo en la trampa del partido de Aznar para ver quien tiene un programa más uniformizador de la diversidad". Insistió en que ERC no tiene "ninguna comprensión" con el terrorismo y que ni la unidad de España, ni la independencia de Euskadi o Cataluña vale una sola vida humana".

Maragall, el portavoz parlamentario del PSC, Miquel Iceta, así como el de ICV-EUiA, Jordi Miralles, criticaron el "error gravísimo" de Carod al reunirse con ETA, aunque justificaron su "buena fe". Maragall e Iceta apoyaron el pacto antiterrorista.

BLAIR COMO MODELO Una intervención del portavoz republicano, Huguet, sirvió para que Maragall volviera a evidenciar su malestar con el PSOE. Huguet lamentó la falta de estadistas españoles para afrontar el terrorismo: "Ni en Madrid tenemos a John Major (exprimer ministro conservador británico), ni a Tony Blair (laborista y actual primer ministro). Este es el desastre". Maragall le dio la razón: "Es cierto, aquí no tenemos Major, ni tenemos Blair", proclamó, en lo que algunos vieron una alusión a Aznar y a Zapatero.