A María Emilia Casas le desagradada que se pueda pensar que ha llegado a la presidencia del Tribunal Constitucional por su condición de mujer, por la llamada cuota femenina. Esta gallega de 54 años ha trabajado muy duro para ocupar ese cargo. Casada y con cuatro hijos, compatibilizó la vida familiar con la carrera profesional. Su capacidad de trabajo, dotes organizativas, sobriedad y cualificación profesional la han llevado a presidir la tercera institución del Estado.

La carrera profesional de Casas se había desarrollado en el ámbito universitario hasta que en 1998 fue nombrada magistrada del Constitucional. En el tribunal se la considera de tendencia progresista. Quienes la conocieron en la Facultad de Derecho destacan dos rasgos: su compromiso con los más débiles de la sociedad y la pasión por su trabajo.

Para la nueva presidenta del Tribunal Constitucional, la familia es una prioridad, su mayor triunfo personal. "Es una mujer muy perfeccionista en su vida familiar. Más de una vez ha interrumpido una reunión de amigos para estar con sus hijos", explica Elisa Pérez Vera, magistrada del Constitucional y amiga personal de Casas. Y añade: "Siempre ha estado muy atenta a las necesidades de los suyos. Por ejemplo, casi todos en el tribunal hemos vivido con pasión la selectividad de su hija".

La necesidad de cumplir con todos sus compromisos la han llevado a ser una mujer muy organizada. Y eso se va a notar en la institución: "Va a establecer una planificación muy exacta y no vamos a asistir a cambios de horarios sobre la marcha o a alteración de convocatorias programadas", dice Pérez Vera.

Sin embargo, la responsabilidad a la que se va a enfrentar no será fácil. Y eso a pesar de que conoce muy bien la casa, en la que ha vivido algunos de sus momentos más tensos. Cinco meses después de llegar al Constitucional vivió una de las peores crisis de la institución: el recurso de amparo presentado por la mesa nacional de HB, tras haber sido condenada en el Tribunal Supremo.

Tras meses de debates, filtraciones y cambio de ponente, Casas se alineó con la tesis del entonces vicepresidente de esa institución, Carles Viver, y apoyó la excarcelación de los condenados. También avaló la ley de partidos y la nulidad de las sucesoras de Batasuna, AuB y HZ, aunque reclamó en un voto recurrente que se ampliaran los plazos para tomar esas decisiones. A su vez, se opuso al recurso presentado contra la tramitación del plan Ibarretxe .

El expresidente del Tribunal Constitucional Alvaro Rodríguez Bereijo define a Casas como "una persona muy segura de sí misma, ambiciosa y muy consciente de su valía y capacidad". Sin embargo, le pone pegas a "su sesgo proautonomista", aunque está convencido de que afrontará con éxito su mandato. A su juicio, el Constitucional tiene dos retos importantes: "La sobrecarga excesiva de asuntos, que amenaza con hundir al tribunal", y la necesidad "de apuntalar la vertebración del Estado y la consolidación del modelo autonómico" .

Además, Rodríguez Bereijo considera que otra tarea de la nueva presidenta será la de "conservar y ser un referente de autoridad jurídica y política" entre el poder central y los autonómicos.

Pocos dudan en el tribunal de que estará a la altura de las circunstancias en ese terreno y de que, además, esa responsabilidad no le impedirá seguir ocupándose de los ciudadanos anónimos con problemas comunes. Como el caso de una mujer que recurrió al Constitucional porque la Administración le denegó un permiso para cuidar a sus bebés, el del sindicalista que fue despedido por criticar a su empresa y el del ejecutivo que fue expulsado por hablar con la prensa. Casas les dio la razón.

La nueva presidenta se va adaptando poco a poco a su nueva condición. Es una mujer discreta y austera en su vida personal que huye de la parafernalia del cargo, según su amiga Pérez Vera. "La pompa y el boato no le gustan, le incomodan, pero cumplirá con todos los protocolos", apostilla. Por ello, está convencida de que el nuevo cargo no cambiará sus costumbres. "Le gusta comer en casa, entre horas no toma nada, ni siquiera un café, sólo bebe agua de Vichy. Es de poco comer y le encantan las ensaladas y el marisco, disfruta charlando con los amigos y prefiere el cine a los libros", cuenta Pérez Vera.

Esta magistrada reconoce que el futuro de su amiga "no es un camino de rosas". Aunque está segura de que no le asusta presidir a 10 hombres y una mujer. "No es de las que se achanta, da la cara". Y añade: "El pleno del tribunal no es fácil. Somos 12 magistrados con sensibilidades, formaciones y lecturas distintas". Pero, asegura, Casas "es consciente de su responsabilidad".