La octava legislatura inició ayer formalmente su andadura con la constitución del Congreso y del Senado. La búsqueda de consensos y la política de mano tendida fue el eje del discurso del nuevo presidente del Congreso, Manuel Marín, y de la intervención de Javier Rojo, presidente de la Cámara alta, ambos socialistas.

El reparto de cargos en las Mesas de ambas Cámaras recogió los acuerdos suscritos la víspera, que, por ahora, excluyen al PP. Un hecho que su portavoz, Eduardo Zaplana, denunció con dureza al afirmar que los populares no aceptan la filosofía del consenso porque ésta, a su juicio, murió en la década de los 80 con la desaparición de la UCD y los ataques de los gobiernos socialistas.

CONTRA LAS "EMBOSCADAS" A pesar de esa actitud, el nuevo presidente del Congreso se comprometió a propiciar un funcionamiento cohesionado del órgano rector de la Cámara baja. Marín ofreció al PP participar en el gobierno de la Mesa aunque no firmara el pacto por el pluralismo y, a cambio, pidió que ese órgano no se convierta en "territorio de emboscada parlamentaria, que no sea el último recurso para solucionar lo que no pudo resolverse en el hemiciclo".

El presidente, que obtuvo el apoyo de 202 diputados --38 más que los que tiene el Grupo Socialista--, invitó al PP a revivir "los mejores momentos" del Congreso en cuanto a diálogo y consenso. Poniendo de ejemplo al miembro de la Mesa y uno de los padres de la Constitución, Gabriel Cisneros (PP), reclamó la recuperación de la negociación como eje de la actividad parlamentaria.

Marín se comprometió a reformar el reglamento del Congreso. "No podemos esperar más", dijo, para potenciar la función de control del Gobierno, acercar al Parlamento a la ciudadanía y modernizarlo.

El Congreso presenta 160 caras nuevas y la ausencia de grandes pesos pesados. Por primera vez desde 1977, no estará Felipe González. Tampoco Aznar o Alvarez-Cascos, ni históricos como Francisco Frutos y Felipe Alcaraz, de IU.

En el Senado, Javier Rojo fue elegido presidente por 128 votos, cinco más que los logrados por su rival del PP, Rosa Vindel. El senador alavés, que habló en catalán, gallego, euskera y castellano, sostuvo que la Cámara alta no puede resignarse a ser el "eco" del Congreso. También defendió que los asuntos autonómicos se aborden primero en el Senado hasta que éste sea transformado en Cámara territorial. La reforma, aseguró, no significa "romper el país".