"No estamos tan mal". Hace justo cuatro años, José Luis Rodríguez Zapatero pronunció esta célebre frase al presentarse como candidato a la secretaría general del PSOE, en el 35º congreso del partido. Su diagnóstico desató risillas amargas y mordaces entre los delegados. No era para menos: el partido se hallaba en uno de los peores momentos de su historia, consumido por querellas internas y aplastado por un PP que parecía imbatible.

El escenario socialista era --perdón por el lugar común-- dantesco. Joaquín Almunia había dimitido como secretario general tras la derrota electoral del 2000. El anterior candidato a la Moncloa, Josep Borrell, vencedor de las primarias, había durado menos en escena que Juan Pablo I en el Vaticano, y, al igual que el malogrado Papa, nunca se supo si fue que murió solito o lo mataron sus correligionarios.

Tan dividido estaba el PSOE que en el 35º congreso había cuatro aspirantes al liderazgo. Zapatero consiguió imponerse por apenas nueve votos al favorito, José Bono, gracias a que muchos guerristas se pasaron a su bando para impedir que ganara el entonces presidente de Castilla-La Mancha. Así estaba el patio en aquellos días turbulentos.

Pero, ¡oh, sorpresa!, pasó lo que pasó. El bisoño Zapatero se consolidó como jefe del partido y, cuatro años después, llegó a la Moncloa. Su antiguo rival Bono es hoy ministro de Defensa. Otra candidata del 35º congreso, la guerrista Matilde Fernández, está en la Asamblea de Madrid. La última aspirante, Rosa Díez, anda por el Parlamento Europeo junto a Borrell. Y el otrora abatido Almunia es hoy flamante comisario de Economía de la UE.

De risas a aplausos

No es de extrañar que Zapatero comenzara ayer su discurso proclamando: "Somos un partido fuerte y poderoso". Esta vez, en lugar de risas, resonaron aplausos en el auditorio del Palacio de Congresos de Madrid. El presidente del Gobierno recordó con una sonrisa seminostálgica su "no estamos tan mal" de hace cuatro años. Pero ahora, desde la cresta, le añadió una segunda parte propia de los generales victoriosos: "Y no estaremos tan bien mientras haya tanta gente con necesidades".

Encantados de conocerse

El 36º congreso del PSOE se presenta como una fiesta de gente complacida, encantada de conocerse. El lema --El compromiso -- y la versión chill-out (relajante) del himno del partido, que suena por doquier, hacen juego con la atmósfera cool que impera en este engendro arquitectónico de Ricardo Bofill donde se celebra la consagración de Zapatero.

En el exterior del auditorio se venden recuerdos: desde las burguesas plumas con estuche de madera (25 euros) hasta los proletarios bolígrafos, pins y encendedores de 60 céntimos. Todo un partido transversal, como lo refleja también la exposición fotográfica sobre los 125 años del partido, que se cumplen en este jubiloso año 2004.

La exhibición revela que Zapatero no inventa nada cuando se compromete a construir una dirección del partido con paridad entre hombres y mujeres. El PSOE, fundado un 2 de mayo de 1879 por un puñado de izquierdistas dedicados en su mayoría a la tipografía, estrenó la paridad con motivo de las elecciones de 1923. Entonces, los catedráticos debieron de protestar por la prevalencia de tipógrafos, porque el cartel electoral fue de esta guisa: Fernando de los Ríos Urruti, catedrático; Andrés Saborit, tipógrafo; Julián Besteiro, catedrático; Pablo Iglesias, tipógrafo.

Curiosos tiempos, en que Abc pedía el voto para Pablo Iglesias porque era "un tipo simpático y agradable".