Se notaba que no quería. Que prefería no terminar las frases y ser deliberadamente confuso. Pero al final el comisario Manel Castellví, jefe de Información de los Mossos el 1-O, se convirtió en el testigo clave de la sesión de ayer del juicio del procés, porque sus palabras apuntalaron en buena medida la acusación fiscal sobre la violencia. Sudando, congestionado, acabó explicando cómo salió «frustrado» de la reunión en la que la cúpula de la Policía de la Generalitat transmitió al entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, al vicepresidente Oriol Junqueras, y al conseller Joaquim Forn que el referéndum debía ser desconvocado. La razón que los agentes esgrimieron es que temían que terminara en «una escalada de la violencia» por el llamamiento que se hacía desde el Govern a la población para que fuese a votar, como si se tratase de una cita electoral legal, y el mandato judicial existente de impedirlo.

Para cuando le llegó el turno, el tribunal ya había oído a Sebastián Trapote, máximo responsable de la Policía en Cataluña durante el 1-O, describir cómo en los colegios usados como centros de votación «había algunos niños, pero también una serie de individuos que mostraban una agresividad altamente virulenta» y que, de forma «perfectamente organizada (...), sabían cómo se tenía que hacer la resistencia», con cadenas humanas, agrediendo a los agentes y «tratando por todos los medios de dificultar no solo la entrada, sino también la salida», que es cuando las unidades tuvieron que «actuar más fuerte». Y al teniente general Ángel Gozalo, al frente de la Guardia Civil en Cataluña, cómo contaba que el despliegue de los Mossos fue «escasísimo» y con una «actitud de pasividad» pero también «de resistencia», por lo que fue una «oposición muy difícil de gestionar».

DOS ADVERTENCIAS / Por la tarde, la palabra fue para Castellví, que empezó explicando cómo habían detectado 42 grupos de CDR, compuestos por personas «del tejido asociativo independentista muy heterogéneo» y que aumentaban su actividad a medida que se aproximaba el 1-O. Gozalo ya había dicho que los CDR, con un «lenguaje prebélico», llamaban a la ciudadanía a que fueran a cursos con «formación teórico-práctica para resistirse y defender la república o el referéndum».

Y aunque parecía que los testigos de la mañana y los de la tarde mantendrían posiciones irreconciliables, el testimonio de Castellví rompió todas las previones, porque hasta coincidió con los responsables de la Policía y la Guardia Civil en que los efectivos del 1-O fueron «insuficientes», aunque repartió culpas. «Nos equivocamos todos», le contestó a la abogada del Estado.

Para entonces ya había admitido aquello que Forn se empeñó en negar en su declaración ante el tribunal, que la cúpula de los mossos, «la prefectura» -fórmula con la que el testigo intentaba evitar nombrar al mayor Josep Lluís Trapero-, «había intentado concienciar» al Govern de la necesidad de suspender la consulta ante el riesgo de episodios violentos. El exconseller, al que Castellví situó del lado del Govern, se defendió circunscribiendo la advertencia a solo actos puntuales.

Pero el comisario, ya en régimen de segunda actividad, explicó que tras un primer intento vano, Trapero solicitó una segunda reunión. Fue la del 28 de septiembre. Por parte de los Mossos también asistieron, además del mayor, Joan Carles Molinero, Ferran López, Emilio Quevedo y el propio Castellví, que fue el encargado de transmitir al expresident, al exvicepresidente y el exconseller de Interior los «escenarios» que preveían ante la «gran movilidad» que se presumía con «una participación muy cuantiosa» en los colegios. «Aunque se está llamando a las personas para que se comporten de forma pacífica, este hecho no quita que cuando la fuerza vaya a actuar esa actitud pasiva se pueda transformar en activa», explicó el testigo. Luego precisó más: «El 1 de octubre se iba a dar una situación de colegios ocupados y fuerzas de seguridad» que debían cerrarlos; «unos que van a acceder a esos colegios y otros que opondrán, eso es un conflicto».

APERCIBIDOS POR EL TC / Añadió que tanto los Mossos como los miembros del Govern estaban «apercibidos por el TC» y que los primeros estaban haciendo unas declaraciones «que no se atenían a la realidad», al pedir a la ciudadanía que fuera a votar, como si el 1-O fuera una jornada electoral normal. Según Castellví, Forn no dijo nada, porque conocía «el posicionamiento de la prefectura», mientras que Junqueras dijo entender su posición, pero que «su sensación y espíritu era que el Govern iba a seguir adelante». Puigdemont se remitió al mandato de los catalanes y a «la decisión del Govern de llevarlo a cabo». El testigo salió «frustrado» de aquella reunión y, como ya se sabe, el referéndum unilateral siguió adelante.