En Lavapiés, los vecinos de toda la vida comparten escalera con marroquís, chinos, indios, ecuatorianos y colombianos. Ali, Fátima, Mustafá, Hamid y Rashid viven en el barrio. Los cinco son marroquís y conocían a los tres detenidos tras la masacre del 11-M. Su veredicto todavía no es de culpabilidad: "Son trabajadores y buenas personas. Hacían una vida normal. Es extraño. ¿Y si la policía se ha equivocado?"

El barrio amaneció ayer plagado de periodistas españoles y extranjeros. Todos querían conocer el locutorio propiedad de los detenidos. El local está a unos escasos 100 metros de la plaza de Lavapiés, en el número 19 de la calle Tribulete. Su nombre es Nuevo Siglo y además de locutorio hacía las veces de tienda de telefonía. Medio barrio ha liberado allí su móvil.

Desde hace cinco años, el local es propiedad de Mohamed Chaoui, que tiene empleado a su hermano, Jamal Zougam (hijos de la misma madre y diferente padre) y a Mohamed Bekkali. Los tres detenidos tenían antes una tienda de alimentación, ubicada también en la calle Tribulete.

Opiniones favorables

Muchos marroquís que paseaban por las inmediaciones del locutorio huyeron de los reporteros. No querían saber nada de cámaras. Otros sí hablaron. Rashid, que tiene 30 años y es propietario de una tienda de bisutería, fue uno de ellos. "Conozco a Jamal (uno de los detenidos) aunque no somos amigos. He ido a la mezquita muchas veces con él. Es una excelente persona. Ojalá todos los marroquís fueran como él. Es un currante", explicó.

Rashid desconoce que Jamal Zougam está en búsqueda y captura en su país. Tampoco sabe que Mohamed Chahoui tiene antecedentes policiales. Lo único que sabe de él es que le gustan las fiestas. "Le encanta la juerga. En verano se iba a Ibiza. Allí hay muchas discotecas", agregó. El nunca notó nada raro en sus vecinos. "Nunca hablamos de política. La única política que nos interesa es la de buscarnos la vida", aseguró.

Fátima Sehuani, una marroquí de 35 años que tiene dos hijos nacidos en España, tampoco daba crédito a las detenciones. "Eran personas normales que hacían vida de barrio", destacó. La mujer añadió que si la policía determina que los tres arrestados, efectivamente, planearon el atentado del 11-M "deberán pagarlo con todas las consecuencias". "Prefiero no recordar la masacre. Fue --continuó-- una auténtica salvajada. Tengo las imágenes de la televisión todavía en la cabeza. Nadie puede hacer eso y mucho menos en nombre de nuestra religión".

Fátima es consciente de que el hecho de que tres compatriotas suyos sean sospechosos del brutal atentado resucita el fantasma de El Ejido. En febrero del 2000, muchos españoles residentes en el pueblo almeriense se lanzaron a la caza del moro después de que un agricultor fuera asesinado por un magrebí. "Claro que tengo miedo. ¿Quién no? Yo tengo buenas relaciones con mis vecinos, pero la matanza del jueves puede cambiarlo todo. No sé. Ya veremos", destacó.

Mustafá, un cirujano cardiovascular de origen marroquí que no quiere dar su verdadero nombre, no se fía nada de la versión policial. "¿Tienen pruebas de verdad para detener a los tres marroquís? En las tiendas de telefonía se venden móviles a cualquiera. A lo mejor su único delito fue vender un teléfono. El Gobierno está haciendo algo peligroso. Todo esto que está pasando aumenta el racismo", dijo.

"Veo las miradas de la gente y noto el odio", añadió Mustafá tras dejar claro que los asesinos "tienen que pagar su culpa".

Pueblos hermanos

Hamid tiene 32 años y trabaja desde hace siete en la construcción. Ayer, su sobrina Fátima, que vive con él en Madrid, le dijo: "Tengo miedo por lo que pueda pasar". Hamid intenta mantener la calma, pero también quiere que la mantengan los madrileños. "Se tienen que dar cuenta de que el terrorismo de los fundamentalistas islámicos es internacional. Nosotros también lo sufrimos en Casablanca hace poco. España y Marruecos son pueblos hermanos, no pueden enfrentarse. Todos tenemos que vivir en paz", solicitó.

Tras ofrecer su visión de las relaciones internacionales, Hamid hizo lo propio con el 11-M: "Los brutales atentados del jueves son un ajuste de cuentas entre los que están arriba, los políticos. Lo malo es que los que mueren son los que están abajo, los inocentes, los que no tienen culpa de nada, el pueblo llano".

Ali Lamart, otro marroquí de 25 años casado con una española, también reclamó "paz para todo el mundo" y "comprensión" para sus compatriotas. "Radicales hay en todas partes, pero los madrileños tienen que entender que los tres detenidos no nos representan a todos. Hay que analizar las cosas antes de opinar y decir cualquier cosa", concluyó.

Más optimista que sus vecinos magrebís, Montse Luego, una madrileña de 23 años, rechazó la posibilidad de que las detenciones por el atentado del pasado jueves resuciten el fantasma de El Ejido. "El que era racista ya lo era antes del 11-M. Los que no lo somos no nos vamos a convertir ahora".