Ya es mala suerte. La pacífica localidad de Navahermosa (Toledo), de 3.900 habitantes, ha visto cómo dos de sus vecinos caían abatidos en menos de tres meses en Irak. El primero fue José Antonio Bernal. El militar y agente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) murió, el 9 de octubre pasado, a la puerta de su residencia en Bagdad a causa de los disparos de unos forajidos.

Cuando todavía el pueblo no se había repuesto del impacto de la pérdida de su convecino y esperaba la llegada de la fiesta de la Milagrosa, patrona de la localidad, para declararle hijo predilecto, recibía la fatal noticia de que otro vecino, el comandante de la Guardia Civil Gonzalo Pérez García, amigo de Bernal, caía herido de gravedad y también en Irak.

"Coincidencia trágica"

"Es una coincidencia trágica", asegura Carlos Pérez Ortiz, alcalde de Navahermosa desde hace 16 años. En el caso del comandante gravemente herido de un balazo en la cabeza, el regidor y los vecinos de la localidad sólo desean que sobreviva. Por las noticias que les llegan del hospital militar Gómez Ulla, donde se encuentra internado y donde ayer fue visitado por el presidente del Gobierno, José María Aznar, saben que será difícil que salga del "coma irreversible".

"Ya es mala suerte, hombre --repite el alcalde apenado--. Esta nueva desgracia en tan poco tiempo, y en un pueblo tan pequeño, es más improbable que una quiniela de 15 aciertos, según me comenta un amigo matemático". Pero así ha sido, la desgracia existe.

El regidor, del Partido Socialista, de 40 años, dos menos que el herido, con el que jugaba al fútbol cuando eran niños, exclama: "¡Ya está bien! ¡Que acabe ya lo de Irak! ¡Qué devuelvan la soberanía a los iraquís a través de la ONU y vuelvan ya nuestras tropas!".

Desde la campa junto al cementerio donde se encuentra enterrado el padre del comandante herido se divisa la palmera de la pequeña casa donde vive Sagrario, su viuda. Ahora la vivienda está cerrada a cal y canto.

Marcela Sánchez, una vecina, afirma que el herido y sus seis hermanos y dos hermanas pasaban aquí largas temporadas con su madre. "Son una familia unida como una piña", dice.