Las múltiples críticas que Albert Rivera ha recibido en las últimas semanas por su acercamiento a Vox en la configuración del nuevo reparto de poder en España caen en saco roto. Ni los reproches de los fundadores del partido, ni los de la familia liberal europea -que ve con espanto el coqueteo de Ciudadanos con los ultras-, ni quienes les señalan por arrodillarse ante el PP parecen hacer mella en la apuesta de la dirección. Tras escuchar las reprobaciones que han llegado ‘urbi et orbe’ pidiendo volver al espíritu centrista con el que nacieron y lamentando la estrategia negociadora, la cúpula naranja decidió este lunes pisar el acelerador hacia la derecha. Rompió en Barcelona con Manuel Valls y salió a defender a ultranza el pacto que abre la puerta de atrás del ayuntamiento de Madrid a los radicales de Santiago Abascal.

En público, los de Rivera sostienen que las críticas que han recibido no tendrán consecuencias en la arena política y restan importancia a las divergencias. En Cataluña, los liberales explican que, a fin de cuentas, Valls no tiene el carné del partido y sugieren que el exprimer ministro francés no conoce los claroscuros de la sociedad a la que va a representar. Apuntan que su respaldo a Ada Colau obedece a una falta de conocimiento profundo de la realidad catalana y vienen a decir que apoyar a la líder de los comuns o Ernest Maragall (ERC) es lo mismo. La decisión de la alcaldesa de volver a colocar el lazo amarillo en el ayuntamiento cimienta este argumento de los liberales.

El otro frente abierto de Rivera son los liberales europeos que encabeza el presidente francés Emmanuel Macron. El dirigente galo, que ha ido tejiendo gran complicidad con Pedro Sánchez en su visión de la UE, ha mostrado en más de una ocasión su desacuerdo con la decisión de Cs de bendecir acuerdos con formaciones de ultraderecha. Su partido ya ha adelantado que pedirá explicaciones, pero los de Rivera parecen despreocupados. Creen que es un toque de atención protocolario que no conducirá a ninguna fractura de la familia liberal europea. “Hablamos con Macron, con gente próxima a él, todos los días sin problema”, aseguran fuentes de la dirección de Cs. Subrayan que la advertencia lanzada es una mera escenificación.

Quedan lejos los tiempos en los que Rivera se presentaba en la esfera europea como “el Macron español”, cuando sus asesores trataron de construir la imagen de un joven dirigente centrista y moderado capaz de finiquitar el viejo bipartidismo.

Tono corrosivo

El pacto en el ayuntamiento de Madrid es, quizá, la decisión que más aleja a Rivera de quien quiso ser, cuando emulaba a Macron, cuando el partido se ubicaba en la socialdemocracia. Aunque formalmente el acuerdo suscrito por PP y Cs no da cabida a Vox, lo cierto es que los liberales se ponen de perfil a sabiendas de que los conservadores tienen un pacto en paralelo que abre la puerta del consistorio a los ultras.

Madrid pasa de haber sido la capital mundial de la fiesta del Orgullo Gay a un gobierno en el que los ultras quieren esconder la celebración llevándola a los confines de la ciudad, la Casa de Campo. La convivencia con los guardianes de las esencias posfranquistas ha tensado las costuras en Cs, pero la dirección se enroca en la defensa tecnicista de la alianza de las derechas. “En el acuerdo hay 9 áreas de gobierno, 5 del PP y 4 de Ciudadanos. No hay otros partidos”, justifica la portavoz parlamentaria, Inés Arrimadas.

El tono corrosivo de la dirección de Cs para defenderse de las críticas no se lo dedican solo a Valls. Lo vierten también sobre el fundador del partido, Francesc de Carreras, que escribió una carta (El País) en la que acusaba al presidente de Cs de ser un “adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España” para pedirle que llegue a un acuerdo con Sánchez. Este lunes, el partido buscó blindarse contra el dardo del fundador con la clásica táctica del desprecio. Arrimadas, le desautorizó al argüir que De Carreras “se equivocó” cuando aconsejó a Rivera no dar el salto desde Cataluña a la arena estatal. “Respeto muchísimo a Francesc de Carreras, pero se equivoca en la estrategia”, zanjó la portavoz.