Se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla en 1983, siendo número uno de su promoción. En los últimos 23 años ha ejercido de juez en Cuenca, Las Palmas y Ceuta. Desde el 2008 es el titular del juzgado de instrucción número 9 de Madrid, donde instruyó el ‘caso Blesa’.

No es habitual ver a un juez escribiendo libros sobre procesos que duermen -o han dormido recientemente- en los cajones de su despacho, pero Elpidio José Silva casa poco con el cliché habitual de la magistratura. De fuerte personalidad y criterio judicial propio, la mano no le tembló en la primavera del año pasado al enviar a prisión a Miguel Blesa, antiguo presidente de Caja Madrid, por su gestión al frente de la entidad. Aquel gesto le hizo aparecer como un héroe ante parte de la opinión pública, pero le ha supuesto un expediente por prevaricación que puede dejarle sin oficio. La justicia desahuciada (Península) es el testimonio de un magistrado que dice sentirse perseguido.

-¿El día que firmó el auto de prisión de Blesa pensó dónde se metía?

-Sinceramente, ni tuve tiempo. Yo no había previsto enviarle a la cárcel, así que no tenía preparado el auto y tuve que escribirlo a la carrera. Lo empecé a las seis y media de la tarde y a las 8 tenía redactados los 18 folios. En ese momento no pensaba en las consecuencias que aquello me iba a acarrear, sino en la reunión que tenía esa misma tarde con mis abogados para preparar mi defensa ante los expedientes disciplinarios que me habían abierto.

-Entonces, ¿sus problemas con la justicia vienen de atrás?

-Aquí saltaron las alarmas cuando empecé a investigar la operación de compra del banco de Miami que había llevado a cabo Caja Madrid. En ese momento se puso en marcha una operación de acoso judicial y mediático contra mí que aún perdura, y que algún día habrá que investigar.

-Dice que no pensaba enviar a prisión a Blesa.

-En absoluto. Yo esperaba escuchar de él una explicación coherente sobre aquella operación. Pero no solo se negó a dármela, sino que a preguntas de su abogado, reconoció que la compra del banco de Miami se había fraccionado en varios lotes para esquivar el control público. Estaba confesando un delito. Para mí estaba claro, dicté la orden de prisión porque no tuve más remedio, me pareció de cajón.

-¿Se ha arrepentido de redactar aquel auto?

-En absoluto. Sigo pensando que Miguel Blesa debería estar en la cárcel. Lo que ha ocurrido aquí es gravísimo. Estamos hablando de pérdidas de cientos de millones de euros sin justificar, con un informe de la autoridad supervisora norteamericana que apuntaba hacia una posible manipulación de pruebas y un claro riesgo de fuga. Ante esos indicios, yo tenía que proteger el caso. Y eso hice.

-¿Tiene claro ya qué pasó en Caja Madrid?

-Todo no, porque no se me ha dejado investigar, pero lo que ha aflorado permite pensar en una situación de crimen corporativo organizado mantenido en el tiempo. Está la oscura compra del banco de Miami, están las preferentes, está la inexplicable adquisición de bienes y artículos a precios desorbitados, está la fusión fría con las otras cajas para crear Bankia. Hablamos de una entidad que ha llevado al país a un rescate financiero que van a estar pagando varias generaciones de ciudadanos. Pero, increíblemente, se niegan a que se investigue.

-¿Por qué?

-Porque se quiere proteger a una figura en particular debido a su especial cualidad personal, lisa y llanamente. En España hay personajes intocables para la justicia, y este es un claro ejemplo. Admito que se discutan los fundamentos del auto de prisión que dicté contra Blesa. Los jueces aplicamos la ley según nuestro criterio y podemos equivocarnos. Pero cada vez que una Audiencia revoca una orden de un juez, que es algo que ocurre a diario, el magistrado no se convierte en un prevaricador. ¿Por qué en este caso sí? El rasgo diferencial es la persona que estaba siendo encausada.

-¿La justicia no era igual para todos? Lo dijo el Rey.

-Creo que el monarca no estaba bien informado cuando dijo aquello, porque no es cierto que la justicia sea igual para todos, eso es una farsa. Para ciertos personajes alejados del común de los mortales la justicia, sencillamente, no existe, no les afecta, gozan de una impunidad que ponen en práctica de múltiples maneras. A veces, apartando al juez; otras, manipulando el proceso para atascarlo durante años. Lo vemos a diario.

-¿Este caso puede acabar así?

-De momento, a mí el Consejo Superior del Poder Judicial me ha acosado haciéndome moobing con acusaciones falsas y usando en mi contra argumentos tan poco sólidos como haberme retrasado 90 minutos al ir a tomar una declaración. La fiscalía investigó mi juzgado a escondidas buscando pruebas para incriminarme. El mensaje es claro, y no va dirigido a mí, sino al resto de jueces, pero el daño que esto le hace al país es gravísimo. No solo en cuanto a la opinión pública, también económico.

-¿Económico?

-En el ámbito internacional esto tiene un nombre: tasa de integridad. Yo le llamo prima de riesgo de corrupción e inseguridad jurídica. Cuando un inversor extranjero quiere colocar 500 millones de dólares, jamás se le ocurre ponerlos en un país donde sabe que los gestores nunca responden ante la justicia y su dinero corre riesgo de que le pase cualquier cosa sin que nadie pague por ello. Nos cuesta mucho dinero este comportamiento perverso de la Fiscalía y el Consejo, nos sale muy cara esta carencia de justicia en un tema tan sensible como el crimen corporativo que ocasionan los gestores.

-¿Existe la impunidad en este país?

-No me cabe la menor duda, le podría enumerar infinidad de casos, no solo los que han pasado por mi juzgado. El corrupto en España tiene mecanismos para manipular los procesos. En nuestro país se ha producido una situación muy peligrosa. Por un lado, la responsabilidad política se ha vaciado de los parlamentos y los políticos dicen: no dimito hasta que no demuestres que soy culpable. De este modo, han trasladado la responsabilidad política al ámbito judicial, pero luego llegas a los juzgados y descubres que los procesos se manipulan. Esto, en efecto, conduce a la impunidad.

-Esto ya lo pensaba antes de que el caso Blesa cayera en sus manos, ¿no?

-Por supuesto. En este país han ocurrido cosas tremendas, pero no nos hemos enterado hasta que han pasado los años de bonanza y han salido a la luz los delitos que estaban cometiendo los gestores económicos. Y justo ahora, que es cuando las instituciones deben actuar, no lo hacen. Es terrible. Esto en otros países no pasa. En Islandia y Reino Unido se ha encarcelado a banqueros. Aquí el sistema judicial solo recae en la franja más débil de la sociedad. La gente pierde su casa por una deuda de 15.000 euros y a los responsables de estafas millonarias no les pasa nada. Esto es gravísimo.

-¿Cómo ve la gestión que está haciendo el juez Castro en el caso Nóos?

-Me cuesta hablar de un proceso judicial sin conocer los detalles del caso, pero veo al juez sometido a presiones muy fuertes. Que haya tenido que dictar un auto de 300 folios para imputar a la infanta es la prueba. Me parece inadecuado que la Fiscalía haya entrado en lo personal para criticar al magistrado.

-Y la labor del juez Ruz en el caso Gürtel, ¿qué le parece?

-Tampoco conozco en profundidad el caso Gürtel, pero creo que debería actuar con más celeridad. Una justicia lenta no es justicia. A veces da la sensación de que se está mareando la perdiz.

-¿Se siente identificado con Baltasar Garzón?

-Tengo un gran respeto por su trabajo, creo que ha hecho una labor muy importante en el ámbito de la judicatura de este país y entiendo que los dos compartimos esta triste etiqueta de jueces incómodos con la que nos distinguen de la mayoría de jueces cómodos y ortodoxos. Pero, quitando eso, Garzón y yo somos muy diferentes, tanto en nuestros planteamientos como en nuestras vidas en general.

-¿Se ha planteado qué haría si le apartan de la carrera judicial?

-No, porque no contemplo ese escenario. Estoy convencido de que no me van a condenar y que podré volver a mi trabajo. En cualquier caso, en el futuro me veo moviéndome en el ámbito del derecho, que es el que he conocido toda mi vida.

-Le han tentado con la política.

-No exactamente, pero sí es cierto que me he planteado intervenir en política. Y de hecho me lo sigo planteando, no lo descarto. La gente se siente desamparada ante el mal funcionamiento de las instituciones y necesita contar con personas que estén dispuestas a cumplir las normas y a hacerlas cumplir. Los ciudadanos están buscando un referente.