Menos de un día. Eso es lo que ha durado el nuevo giro sorpresa de la hoja de ruta del presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el debate de política general del Parlamento catalán. Un giro consistente en volver a los últimatums sobre el referéndum -o pacto en noviembre, o retirada de apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez- y que nadie, ni siquiera los partidos que apoyan al Govern, han avalado, dejando en la más absoluta soledad a un Torra que, según fuentes soberanistas, pasa por uno de sus peores momentos en el cargo. Cargo que nunca creyó que llegaría a ostentar, semanas antes de ser nombrado.

Si del debate de política general se quería salir con más unidad y claridad en el rumbo independentista, lo cierto es que cuando hoy finalice el pleno -uno de los más breves que se recuerdan, con algo menos de dos horas de intervención de Torra entre las dos jornadas- la sensación de improvisación e inestabilidad en la nave del procés habrá aumentado.

La soledad de Torra comenzó durante la sesión matinal del debate en el Parlament. No es que los comuns ni el PSC -eventuales aliados en el Parlament, los primeros, y en Madrid, los segundos, por su relación con el PSOE- le afeasen que vuelva al tenemos prisa. Es que la intervención del representante de ERC, Sergi Sabrià, fue claramente distinta a la de la estrategia del ultimátum. De forma elegante, Sabrià (ERC) reclamó que se eviten los «atajos» y no se recurra a la «escenificación», sino que se busquen consensos.

El portavoz republicano se hacía eco así del malestar en las filas de Esquerra, que en ningún momento -como tampoco la cúpula del PDECat- tuvo el martes noticia de la concreción sobre la bomba que iba a lanzar Torra. Una bomba que atribuyen a un factor humano: salir al paso de las críticas que recibe desde el propio independentismo por no hacer efectiva la república.

Choque de estrategias / El ultimátum de Torra no cuadra ni con la estrategia de ERC ni, incluso, con las últimas reflexiones del expresidente Carles Puigdemont, quien en un libro de reciente publicación habla más bien de explotar al máximo y sin prisas la vía de la negociación con el Estado y la mediacion internacional. La estocada final la dio la CUP, con la intervención de mayor oposición frontal y radical de todas las sucedidas durante el debate. La CUP ya no garantiza estabilidad al Gobierno catalán.

Huelga subrayar que Ciutadans y el PP están en las antípodas del Ejecutivo con una dura oposición. Y respecto al PSC, lo cierto es que Miquel Iceta hizo una intervención templada sobre el plan de gobierno, pero fue el mismo Torra hace una semana quien rechazó negociar con los socialistas los presupuestos. Es decir, que solo le quedan los comuns para aprobarlos, y estos ya han puesto condiciones para aprobarlos -reforma fiscal redistributiva, revertir recortes en sanidad y educación, entre otros-, mientras Torra hacía una mínima autocrítica de su gestión social, tras proclamar el martes que Cataluña va bien.

A todas estas invectivas, Torra respondió pidiendo de nuevo a la CUP que le ayude a forjar la unidad, insistiendo ante los anticapitalistas que sí que está poniendo plazos, y obviando por completo la enmienda parcial que Esquerra le había planteado. Todo para evitar mostrar debilidad o soledad parlamentaria. Pero lo cierto es que fuentes del PDECat constatan que todo el mundo en este flanco hace la guerra por su cuenta y falta coordinación. «No sabemos qué hacer, es un desastre», resumen.

Y es que en Madrid, los diputados soberanistas no escondían su malestar. El republicano Gabriel Rufián proclamaba que «los ultimátums los carga el diablo». En el PDECat se preguntan qué les pedirá Torra que hagan cuando el Gobierno del PSOE, por ejemplo, presente una reforma de la ley educativa del PP, o cuando se negocien los Presupuestos del Estado que incluirán partidas favorables a infraestructuras de Cataluña. «Los periodistas os lo creéis todo», ironizaba un conseller republicano en los pasillos del Parlament.

La primera muestra de que no había concreción alguna en esta amenaza es la carta de Torra a Sánchez, en la que le pide cita para «las próximas semanas», pero en la que ya no hay ni rastro de ultimátums, sino una nueva referencia o apelación a que el Gobierno formule una propuesta sobre Cataluña y acepte negociar el referéndum. Una carta breve a la que la Moncloa respondió con evidente malestar: no es el momento ahora de la reunión.

La certificación definitiva de que todo el castillo de fuegos artificiales desplegado por Torra el martes se convertía en un pequeño petardo infantil ha llegado a la hora de poner por escrito las prioridades del Govern y de los grupos que lo apoyan. Ni rastro de ultimátums, ni rastro de amenazas al Gobierno con la retirada del apoyo. Al contrario, las resoluciones conjuntas de Junts per Catalunya y ERC, son un nuevo canto a la negociación «sin condiciones ni renuncias».