Cuentan quienes visitaron más de una vez a Aznar en la Moncloa que su empeño en servir tintos vallisoletanos rayaba lo enfermizo. Con Zapatero, los caldos de la Rioja han vuelto a la Moncloa, y también han entrado los blancos del Penedés. Con los raviolis de bogavante y la merluza de anzuelo, anoche se sirvió un blanco catalán, Viña Esmeralda, y un tinto riojano, Real de Asúa.

Antes de la cena, Zapatero paseó a Chirac y Schröder por los jardines de la Moncloa, un trayecto que ya ha recorrido con varios de los presidentes autonómicos y líderes políticos a los que ha recibido en los últimos meses.

Y si a los presidentes autonómicos los recibió con sus respectivas enseñas, ayer no faltaron las banderas de Francia, Alemania y la Unión Europea. Todo ello para propiciar un clima de entendimiento, e incluso camaradería, que se manifestó cuando, al posar ante los fotógrafos, simbolizaron su decisión de trabajar en común uniendo sus manos como si de un equipo de baloncesto se tratara. A Zapatero, el jugador más novel de todos, le costaba reprimir una amplísima sonrisa de satisfacción.