Muchos analistas imaginaron que el final de ETA iría seguido de una alianza entre el PNV y la izquierda aberzale dirigida a conseguir un mayor autogobierno del País Vasco o directamente la independencia. Sin embargo, la realidad de los siete años transcurridos desde que la organización terrorista anunció el cese definitivo de la violencia ha sido otra muy distinta.

Esta semana se ha visto, por ejemplo, con qué dureza han criticado el lendakari, Iñigo Urkullu, y el propio PNV, «la falta de sensibilidad y respeto a la memoria de las víctimas y el dolor de sus familias» y la ausencia de «un compromiso ético», de los soberanistas por los homenajes a etarras excarcelados realizados en las poblaciones guipuzcoanas de Hernani y Oñati, que el Gobieno ha llevado a la fiscalía. Ha sido una prueba de la distancia que separa a las dos fuerzas políticas.

El trato a las víctimas de ETA es una de las cuestiones que alejan a PNV y EH Bildu (EHB), especialmente desde que Urkullu decidió volcarse en el reconocimiento de los damnificados por los atentados etarras y pedir perdón en nombre del Gobierno vasco y en el suyo propio «por haber llegado tarde a la sensibilidad y respuesta que merecían las víctimas». Estas palabras del lendakari son del 2015, y, al menos desde entonces, reclama, sin éxito, una autocrítica similar a la izquierda aberzale.

Esta no es, sin embargo, la única desavenencia entre los dos partidos, que nunca tuvieron más sintonía que la estrictamente nacionalista. Si antes la distancia era ideológica —izquierda/derecha— ahora la mayor discrepancia está en la apuesta decidida del PNV por profundizar en el autogobierno y el autonomismo, relegando sus afanes independentistas a una cuestión simbólica. De hecho, para Urkullu y su partido el procés catalán «es el ejemplo a no seguir», porque su intención es buscar el consenso con todas las fuerzas políticas, nacionalistas y no nacionalistas, y rehuir la confrontación con el Estado y, desde luego, la ruptura unilateral. Así lo explican fuentes del PNV, que han visto con gran preocupación lo ocurrido en Cataluña y sus consecuencias no solo judiciales sino también de división de la sociedad catalana.

La posición de EH Bildu es divergente. En la izquierda abertzale el plante de los independentistas catalanes frente al Estado se ha visto con admiración y cierta envidia, lo que les ha llevado a intensificar sus relaciones con los partidos soberanistas catalanes, primero con la CUP y más recientemente con ERC, con la que concurrieron a las elecciones europeas.

RESPALDO AL ESTATUTO / Pero el partido que dirige Andoni Ortuzar desde Sabin Etxea está cómodo en su posición, que está respaldada mayoritariamente por la sociedad vasca. No solo por los buenos resultados electorales que obtiene en todos los comicios, sino también porque los sondeos demuestran el escaso apoyo de los vascos a la independencia (un 22%, según el último Euskobarómetro publicado el pasado 26 de julio), mientras crece el respaldo al Estatuto, que de que de ser refrendado ahora obtendría un respaldo superior (59%) al que obtuvo en 1979 (53%).

Del mismo modo, la ciudadanía vasca apoya los pactos de los jeltzales con el Partido Socialista de Euskadi (PSE), no solo en el Gobierno vasco sino también en ayuntamientos, diputaciones forales y juntas generales. El citado Euskobarómetro refleja que el 86% de los encuestados aprueba la gestión del gobierno de coalición PNV/PSE frente al 12% que la suspende. Además, el 36% respalda los pactos locales y provinciales de esos dos partidos frente al 20% que hubiera preferido un pacto puramente nacionalista con EHB. Ortuzar y Urkullu no reman contracorriente sino con el viento a favor de la ciudadanía.

La gran distancia que separa a PNV de Bildu se manifiesta también en el hecho de que, como a la coalición de gobierno con el PSE le falta un voto para la mayoría absoluta, Urkullu lo ha buscado en el PP para aprobar leyes y prespuestos antes que en el partido aberzale radical. PNV y PSE tienen una larga tradición de colaboración, ya gobernaron en coalición durante 11 años entre 1987 y 1998, y no compiten por el mismo electorado, lo que facilita también los acuerdos.

Poco a poco PNV y Bildu han dejado también de competir por el mismo electorado, salvo en algunas comarcas de Guipúzcoa, la más nacionalista de las tres provincias vascas. Las distancias que separan a los dos partidos se van a manifestar también este otoño en la ponencia del nuevo Estatuto, en la que EHB va a presentar su propio proyecto de máximos, mientras el PNV busca un texto negociable con todas las fuerzas políticas.