Si hasta ahora los guardias civiles y policías que habían declarado ante el tribunal del procés habían descrito con mayor o menor acierto la pasividad de los Mossos d’Esquadra el 1-O, los agentes que comparecieron ayer coincidieron en abordar un nuevo frente: la colaboración de algunos miembros de la policía catalana con el referéndum ilegal. Hubo quien custodió urnas y hasta quien presenció su sorteo. Pero, con todo, la actuación más grave fue la que vinculó la presencia de la unidad de los Arro (Áreas Regionales de Recursos Operativo) en un colegio de Gerona con el objetivo de garantizar la votación, porque en ese centro los vecinos se habían llevado las urnas.

Los 14 inspectores y agentes citados relataron hechos similares a las jornadas anteriores, como las «murallas» humanas que se levantaron para impedir el acceso policial al colegio y así proteger urnas y material electoral. Hubo paraguas usados como armas y ancianas a las que un agente acompañó a la puerta, «cogida del brazo, como si fuera su abuela», que le gritaba «no me pegues, no me tortures». Hasta volvió a circular el Ibiza gris de Presidencia de la Generalitat que los policías sostienen que utilizaban los mossos para vigilarles y alertar de su llegada en los distintos colegios.

El día empezó a dar muestras de que cambiaría de senda, cuando un inspector relató que en uno de los centros encontraron a un presidente de mesa «abrazado a una urna», parapetado «tras una barricada que se había hecho él mismo» con mobiliario escolar, y que hubo que convencerle para que depusiera su actitud. Otro de sus compañeros, después, recreó la escena del mosso que se llevó una urna bajo el brazo de un colegio, mientras iba de la mano a su pareja.

Las anécdotas siguieron con «la jefa Lore», una mossa que «cogió urnas y las llevó a su casa particular», como hicieron «por tandas otras personas» y hasta presenció «un sorteo de urnas». En uno de los centros se anunció que se procedería a hacer un recuento y los mossos presentes esperaron pacientemente a que concluyera. Cuando «prácticamente había acabado el referéndum ilegal», vio cómo se acercaban personas que habían participado en él al «binomio uniformado y le abrazaban, le daban besos». «Estaban congraciándose con los del referéndum ilegal», aseguró el agente por si lo que acababa de contar no había sido suficientemente claro.

A la pregunta de si en alguna de las situaciones descritas intervinieron los Arro, el policía respondió que solo lo hicieron en la escuela Vila-Roja, en Gerona, pero no para impedir la votación, sino para protegerla, porque los vecinos se habían llevado las urnas. Sobre el colegio donde estudian las hijas del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, relató que se encontraron con unas 300 personas que les impidieron el acceso. Al abandonarlo les tiraron una maceta desde cierta altura que impactó en la furgoneta policial.

EL INFARTO

Un testigo relató cómo atendió a un hombre de 70 años en Lérida que sufrió una parada cardiaca.

La defensa trató de introducir que el hombre había sido previamente golpeado por un agente o que luego otro empujó a quienes le rodeaban y acabaron cayendo sobre el convaleciente. El presidente del tribunal, Manuel Marchena, lo evitó al declarar que «la responsabilidad sobre ese lamentable incidente escapa a este tribunal», ya que se investiga en otro juzgado. El abogado de Jordi Sánchez optó por primera vez por replicarle: «El tribunal está errando». «Usted no me puede decir que estoy errando al declarar la impertinencia de una pregunta», zanjó el juez.