La moción socialista de censura a Mariano Rajoy ha vuelto a poner en marcha esa montaña rusa que es la política española.

El público generalista, que es prudente, no ha subido aún a los vagones de la atracción. Sólo los más jóvenes de Podemos, llevados por su espíritu aventurero y ansia de emociones lo han hecho y aguardan impacientes sentados en los cochecitos, animando al resto a que suba cuanto antes para poner en marcha la atracción/moción. No se ve a Rajoy ni a nadie del PP, pero abajo, entre los andamios de la montaña rusa, otros dudan si subir o no, calculando desde el suelo las alturas desde la que habrá que precipitarse para completar el vertiginoso recorrido del laberinto aéreo.

Algo que al orondo portavoz del PNV, Aitor Esteban, con ese gesto de acabar de merendarse un pincho de merluza a la vasca, no parece apetecerle porque aún andará digiriendo el atracón presupuestario que se ha pegado con la invitación de Montoro, esa tocinada de euros que acaba de embuchar en la panza de Euskadi, y porque puede que con la montaña rusa de Sánchez e Iglesias se le corte la digestión.

Tampoco se anima a subir al carro Albert Rivera, no tando por miedo a las alturas como por el parlamentario rumor de que pronto van a poner otra montaña rusa aún más grande, ya que el mecanismo o dinámica del actual Dragon Khan no ha sido revisado en plazo y hay riesgo de que algún pasajero salga volando sin paracaídas. Rivera no necesita cohetes ni sensación de velocidad para volar hacia el cielo de esas encuestas que le prometen futuras y celestiales emociones, y se queda en tierra.

Los catalanes independentistas, por su parte, acostumbrados a lanzarse en picado y sin red, a ir retirando a un hombre-bala tras otro, Mas, Puigdemont, ahora Torra, no saben si subirse aún con Pedro Sánchez, dependiendo seguramente de que les permita disfrutar a su aire, sin el cinturón de seguridad del 155, y a colgar de la montaña rusa un lazo amarillo que se vea como la Torre Eiffel.

Rajoy no subirá ni bajará. Seguirá las peripecias de la divertida atracción desde la cabina de seguridad, a salvo de sobresaltos y frenazos, acompañado por sus técnicos y tecnócratas. Esperando que más de uno se estrelle antes de homologar el Pedro Khan con el nivel de unas elecciones generales que no tiene el menor deseo de convocar por ahora.

¡A divertirse!