La politización del gran escaparate de Catalunya en Washington preocupa a España

Quim Torra, el pasado 15 de junio, durante su intervención en un foro empresarial en La Seu dUrgell. v/ PERIODICO (EFE / NANDO GALINDO)

Nuevo capítulo en la batalla de relaciones públicas en el exterior que libran el independentismo catalán y las autoridades españolas. El pulso se traslada esta semana a la capital de Estados Unidos, donde Catalunya participa como cultura invitada del Folklife Festival, un evento organizado por el Instituto Smithsonian en el National Mall de Washington al que asisten más de un millón de personas durante 10 días.

El festival busca reflejar las ricas tradiciones culturales catalanas, con un particular énfasis en el asociacionismo, pero, como sucede desde hace mucho tiempo con cualquier acto de proyección exterior de Catalunya, ha quedado atrapado en la telaraña del conflicto político. La embajada española lleva meses expresando su preocupación por la posible politización del festival, al que asistirá el presidente de la Generalitat, Quim Torra.

"Llevamos hablando consistentemente con la embajada española desde que empezó a gestarse la invitación de Catalunya", asegura a este diario Michael Atwood Mason, director del festival y uno de los tres comisarios de la exposición catalana. "Ellos han expresado muy claramente que el festival podría politizarse y nosotros les hemos dicho que no tenemos ningún interés en que suceda", señala. Como se ha hecho en otras ediciones, el Instituto Smithsonian ha pedido a los representantes de las culturas invitadas, en este caso Catalunya y Armenia, que se abstengan de desplegar banderas y otros emblemas políticos.

Sin ejercicios de nacionalismo

"El festival no tiene posiciones políticas", dice Atwood. "Como práctica habitual pedimos a la gente que no lleve banderas porque no queremos que el festival sea un ejercicio de nacionalismo, sino una exploración de la cultura". Tanto Torra como el embajador español, Pedro Morenés, han sido invitados a la inauguración y ambos pretenden dirigirse al público, según ha confirmado este diario.

El festival será un escaparate inmejorable para Catalunya, una ocasión para que los estadounidenses conozcan la tradición de sus 'festes majors' y sus plazas "como espacio de convivencia", su gastronomía, sus 'castellers', los 'Diables de Igualada' o los gigantes y cabezudos de Oliana. Dos lemas articulan la exposición: 'País d'Acollida, Welcoming country' y 'Tradición y creatividad desde el Mediterráneo'. Pero el festival, que comenzará el 27 de junio y acabará el 8 de julio con un parón entre medio, también podría servir para dar resonancia a las aspiraciones del secesionismo, que lleva años trabajando los pasillos del poder en Washington.

Entre el 2013 y el 2017, la Generalitat contrató los servicios de dos lobis en la capital estadounidense para dar a conocer sus posiciones y establecer contactos políticos. Su mayor victoria fue la represión policial a la consulta ilegal del 1-0, duramente criticada en los medios internacionales. Desde el Smithsonian se insiste en que la idea de invitar a Catalunya partió de la propia institución, pero todo indica a que hubo un trabajo previo de la Delegación del Govern en Estados Unidos, cerrada hace unos meses tras la aplicación del artículo 155.

Quien fuera su número dos hasta hace unos meses, el periodista Xavier Vilà, visitó a Atwood Mason en su oficina en septiembre del 2015, tras leer en un artículo que el Smithsonian pretendía extender su trabajo a la protección de lenguas minoritarias en situación difícil o amenazada. En Atwood encontró al compañero de viaje perfecto.

El folklorista estadounidense empezó a interesarse por la cultura catalana hace un cuarto de siglo, al descubrir la fuerte huella que dejaron sus inmigrantes en Cuba y siguió con constantes viajes a la región porque su familia ha veraneado muchos años en Catalunya. En aquella primera conversación se habló aparentemente de todo y, cuando Vilà sugirió a Atwood Mason que se involucrara en la situación del catalán, el estadounidense sondeó la posibilidad de invitar a Catalunya al Folklife Festival. "El interés fue mutuo desde el principio", asegura una fuente del Govern.

Relación complicada

Si con las autoridades catalanas hubo química desde el principio, muy distintas fueron las cosas con las españolas. "La relación con el Smithsonian ha sido excelente, pero con la organización del festival, complicada", aseguran fuentes del entorno de la embajada. En cualquier caso, la participación catalana en el festival se oficializó en junio del 2016 con la firma del convenio entre ambas partes, rubricada por el 'exconseller' de Cultura Santi Vila. "Hemos de presentarnos como un país que, siendo como es una nación milenaria, tiene una potencia que reside en la capacidad de innovación y de creatividad continua", dijo entonces Vila.

Un año más tarde el entonces 'president', Carles Puigdemont, se reunió en Washington con los representantes del Smithsonian para dar forma al programa, en el que también han cooperado otras instituciones catalanas como el Institut Ramon Llull o la Dirección General de Cultura Popular y Asociacionismo de la Generalitat.

En los 41 años de historia del Folklife Festival numerosos países y culturas han formado parte de su programa. Desde Colombia a China, Japón o Haití, además de muchos ámbitos de la cultura popular estadounidense. España nunca ha participado como entidad territorial, pero sí lo hizo en el 2016 el País Vasco, que desembolsó 1.081.677 euros en concepto de gastos de participación y otros cargos relacionados con la gestión y logística del festival. El grueso de la financiación procede del Gobierno federal de EEUU, de la fundación Smithsonian y de los patrocinadores del evento.