En la misma semana en que populares y Ciudadanos, de la mano de Vox, han llegado a un pacto clave en Madrid para arrancar la legislatura y convertir a Isabel Díaz Ayuso en presidenta de la comunidad, han iniciado la lucha para ocupar el trono de la derecha. Por coronarse oficialmente con el liderazgo de la oposición.

Unos y otros han reunido a sus direcciones para rearmarse, hacer nombramientos y dar cargos de confianza a los que consideran fieles, orillando a los que estaban haciendo alguna crítica interna. Y han comenzado a sacudir (retóricamente) sin pausa al PSOE de Pedro Sánchez con tres objetivos: poder medir cuál de las dos organizaciones le da más, más fuerte y con más repercusión mediática al partido que ganó las últimas generales; subrayar que ninguna está por la labor de abstenerse en otro hipotético intento del jefe socialista de ser investido e ir tomando carrerilla y acumulando fondo de armario electoral por si, como ahora mismo todo apunta, la izquierda no llega a un acuerdo in extremis y hay elecciones el 10 de noviembre.

Ha sido en Navarra donde ha tenido lugar la primera exhibición de esta pugna entre azules y naranjas que no ha hecho más que comenzar. Allí, Cayetana Álvarez de Toledo (PP) y Lorena Roldán (Cs) han competido sin disimulos por ver quién de las dos rechazaba con más fuerza, y con más adjetivos altisonantes, el hecho de que la socialista María Chivite se haya convertido en presidenta gracias a un complejo acuerdo multipartito que ha contado con la abstención de Bildu.

Ambos quieren, exigen, que el parlamento empiece a trabajar y que Sánchez -que sigue pidiendo la abstención de ambos- explique, por ejemplo, las entrañas de la negociación que ha mantenido en Europa en el reparto de puestos de la Comisión Europea y otras instituciones relevantes.