«Votar a Vox es tirar el voto a la basura». No lo ha dicho nadie así de claro estos días en referencia a las elecciones generales, pero sí hace solo dos meses, en la campaña para la Junta de Andalucía. Lo hicieron en varias ocasiones los teloneros de los mítines del líder del PP, Pablo Casado, que tenían un temor fundado: que los ultras de Santiago Abascal consiguieran morderle espacio por la derecha, como así ocurrió el 2 de diciembre. Vox sacó 12 escaños en el Parlamento andaluz y se convirtió en socio obligado para que el candidato popular, Juan Manuel Moreno, se convirtiera en presidente. Ahora, con todos los partidos ya en modo preelectoral, los dirigentes del PP han empezado a lanzar la misma idea, aunque con un tono más suave, al menos por ahora. El lunes, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, avisó: «Si dispersamos el voto, podemos no sumar». Y ayer el propio Casado, en Telecinco, pidió concentrar el voto en el PP para «capitalizar los escaños» del Congreso y que él pueda «liderar un frente ante [Quim] Torra y [Pedro] Sánchez».

Al clamor contra la ley electoral de IU, Podemos y Ciudadanos puede sumarse en breve Vox, que tras su irrupción en la política andaluza aparece ya en todas las encuestas para la Cámara baja.

La fuerza de extrema derecha puede ser víctima de la norma, que aplica la proporcionalidad del llamado método d’Hondt (por el matemático belga que lo diseñó en el siglo XIX). En las últimas generales, en 2016, por ejemplo, para sacar un escaño en Soria solo se necesitaron 12.688 votos; en cambio en Barcelona, no salió ningún diputado con menos de 75.953 votos. La actual ley orgánica de régimen electoral general reparte los 350 escaños del Congreso de la siguiente manera: cada una de las 50 provincias representa una circunscripción que eligen un mínimo de dos diputados, más las de Ceuta y Melilla, que designan uno cada una. Los 248 asientos restantes se fijan en proporción a la población que tiene derecho a votar según la fórmula de d’Hondt. Y, ese método, asumido en la Transición y recogido en la Constitución, primó la representación de las provincias pequeñas, que por poca población que tengan cuentan con dos diputados en el Congreso.

En las provincias de tamaño pequeño o medio, en las que se escogen «a menos de siete diputados», avisan fuentes de la dirección del PP, es donde más peligro corren. «Si votas a Vox en Segovia, no vas a sacar escaño de Vox y, probablemente, como le quitas parte de los votos al PP, puedes ceder un escaño para el PSOE o para Podemos», afirmó Casado.

VOTO ÚTIL

Ese razonamiento es el que intentará vender el líder de los populares estas semanas para convencer de que solo el PP es útil para frenar a los independentistas. Y se referirán a un antecedente que les escuece. En las municipales del 2015, Esperanza Aguirre no pudo convertirse en alcaldesa de Madrid porque, pese a ganar las elecciones con 21 concejales, la suma de Ahora Madrid (20) y el PSOE (9) se impuso por un edil a la de PP y Ciudadanos (7). Vox fue el culpable, denunció la lideresa. Esos 9.843 votos cosechados por los ultras fueron claves para que el PP perdiera la alcaldía. Y encima no se llevaron ningún edil, añaden.

La apelación al voto útil se repetirá también para el Senado, porque esta Cámara será la que deberá aprobar las medidas de una posible nueva intervención del 155 en Cataluña. La elección de los senadores es mediante listas abiertas. El PP se prepara para hacer una intensa campaña para la Cámara alta.