Salto al pasado. O, tal vez, al precipicio. La presentación del programa del Partido Popular en Barcelona ha resultado una performance excesiva de radicalidad en las críticas y acusaciones a Pedro Sánchez que ha hecho languidecer la atención a las 500 medidas de su programa. Y no es que dejen de sorprender algunas de ellas. Más que nada porque podría afirmarse que son propuestas no para gobernar España , sino para pedir el retorno de los votantes errantes de Vox, otrora recogidos en el nido popular; son, por otra parte, propuestas anunciadas en Cataluña , no para convencer a los catalanes, sino para usar Cataluña como púlpito de su patriotismo equivocado, con la única intención de buscar el voto en el resto del Estado. La puesta en escena, en todo caso, adolece de muestras inequívocas de nerviosismo.

Tenía interés que fuera en Barcelona pero, como se ha podido comprobar, hacer política en Cataluña les importa poco; las medidas van contra el independentismo, también contra casi todos los catalanes y los partidarios en España del Estado descentralizado y plural. Juegan con resignación y no menos irresponsabilidad: las encuestas no van bien, la recién publicada en este mismo medio cifra el afecto electoral de los catalanes en dos escaños, un tercio menos que en los últimos comicios y, en otros territorios, simbólicamente igual de aludidos, Euskadi, por ejemplo, el aprecio es claramente menguante. ¿Entonces? Pues, parece claro, Pablo Casado no se baja del burro en su tremendismo, utiliza Cataluña como fulminante de su campaña por todo el Estado.