El PSOE ha llegado a la conclusión de que el 28 de abril se juega no solo la próxima presidencia del Gobierno sino la hegemonía del ciclo político que se abre en España tras la ruptura del sistema pos-transición: en una arena donde ahora hay cinco en disputa, los socialistas arriesgan en la campaña para salir de las urnas convertidos en el único gran partido del tablero, a distancia de PP, Ciudadanos, Unidos Podemos y Vox.

La ventana de oportunidad se la ha abierto el giro a la derecha de Albert Rivera. El equipo de Pedro Sánchez considera que ya tiene a la izquierda razonablemente movilizada y dobla la apuesta para ensanchar su base electoral por el centro, atrayendo a votantes liberales que han quedado desconcertados con el veto de Cs a pactar con el PSOE. ¿Por qué? En el nuevo tablero político los socialistas saben que no les vale con ganar los comicios, se arriesgan a crecer por los dos extremos: izquierda y centro. En un asalto o dos, dependiendo de si hay bloqueo que obligue a la repetición electoral, el colmo tras una legislatura llena de sacudidas que Sánchez despedirá mañana con un pleno en el Congreso y un previsible paquete de decretos sociales.

Encuestas en mano, los socialistas dan por hecho que el miedo a un tridente de derechas ha despertado ya al votante progresista. Las elecciones andaluzas y el simbolismo de la imagen de la manifestación de la plaza de Colón les ha permitido, creen, reenganchar a un simpatizante histórico que con el desencanto engrosó las urnas de Podemos y la abstención.

El PSOE da por recuperada la mayor parte de las fugas que se llevó Pablo Iglesias. Según los sondeos, casi un millón de personas que eligieron a Unidos Podemos en el 2016 se quedaría ahora con la papeleta de Sánchez.

Con el flanco izquierdo reactivado, el PSOE mira ahora al centro, convencido de que el cordón sanitario que Rivera ha impuesto al «sanchismo» ha descolocado a un nicho importante: el de los moderados.

Antes de que Rivera activase el veto a pactar con el PSOE las encuestas ya detectaban que en torno a un 8% de su electorado prefiere ahora al PSOE, unos 250.000 votantes. Después de establecer el polémico cordón sanitario, creen los socialistas, esa transferencia aumentará: el perfil moderado, de centro, urbano, que apostó por la regeneración democrática y que no se siente cómodo con la cercanía de Vox.

La carta que la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, envió ayer a Rivera llamándole a recapacitar sobre el veto buscaba subrayar el escoramiento de las huestes de Rivera. La respuesta del líder de Cs alegando que el PSOE no le merece «ningún respeto» alimentó más la táctica socialista. Los naranjas, sin embargo, dicen sentirse satisfechos por haber logrado su objetivo: que la campaña se centre en la pugna PSOE-Ciudadanos para desplazar al PP del foco electoral.