Pensaban que iban a elecciones. La repetición de generales cotizaba al alza entre los socialistas, después de que Pablo Iglesias mantuviera el pulso por entrar en el Gobierno y de que Pedro Sánchez se negase, acusándole de «no defender la democracia», y también detallara ante la ejecutiva del PSOE, en su discurso a puerta cerrada, los beneficios de unos nuevos comicios. Pero el paso atrás dado el viernes por el líder de Podemos, que renunció a ser ministro para no ser «excusa» del fracaso de un «Gobierno de coalición de izquierdas», lo cambió todo. Ahora, tras semanas de negociación errática, de pasar de un Ejecutivo monocolor a una posible fusión gubernamental con los morados y de múltiples ataques cruzados en los medios, los socialistas se recetan «humildad» y «buen tono». Porque están «convencidos» de que habrá «acuerdo» y Sánchez será reelegido presidente.

No en vano, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, confirmó en La Sexta que a lo largo de ayer se pusieron en contacto Sánchez e Iglesias y que ella misma había estado trabajando con el dirigente de Podemos Pablo Echenique para lograr el pacto.

En linea con estos movimientos, poco después de que Iglesias cediera, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, mandó un mensaje a sus homólogos en los territorios. Los secretarios de Organización se encargan de trasladar directrices y mantener la disciplina interna, así que el texto no era un simple argumentario. Era una orden. El mensaje, al que tuvo acceso EL PERIÓDICO, dice: «Es clave mantener ahora buen tono. Ilusionados y encantados de luchar por conseguir un Gobierno progresista que aborde los grandes retos del país. Humildad y voluntad de acuerdo. Con afán de hacer lo mejor para el país. Primero contenidos, luego lo demás. Abrazo». Hay cambio de guion a todos los niveles. El discurso de investidura, que lleva semanas preparándose en Moncloa y Ferraz, no podrá cerrarse hasta que se conozca el camino que toman los resucitados contactos con Unidas Podemos tras el giro de cintura de su líder.

Algunas fuentes del PSOE y el Gobierno aseguran que esperaban el movimiento de Iglesias. Otras, que les cogió desprevenidos. En el fondo, es irrelevante. Al tachar él mismo su nombre de las quinielas, ha obligado a cambiar el paso a los socialistas, que tras dar por hecho que iban a una investidura fallida se muestran muy optimistas. «Estamos convencidos de que alcanzaremos un acuerdo», señaló este sábado la vicesecretaria general, Adriana Lastra. Con la renuncia de Iglesias, continuó, «se abre una oportunidad». La idea es «hablar» primero del «programa», pero también, «por supuesto, de la participación de Podemos» en el Gobierno.

SEGUNDA VOTACIÓN, EL JUEVES

Lo que sí es un hecho indiscutibles es que hay tiempo hasta el jueves. El discurso de Sánchez será el lunes, y el martes habrá una primera votación, pero en esa se necesita mayoría absoluta (176 escaños, una cifra que confirmaron los servicios jurídicos de la cámara a pesar de la ausencia de los encarcelados) y el PSOE está lejos de alcanzar esa suma. Así que todo se decidirá el 25 de este mes, cuando solo se requieren más síes que noes para ser investido. Si Podemos apoya, la reelección de Pedro Sánchez puede darse casi por hecha, gracias al ya anunciado voto a favor de Compromís y el PRC, a los que podría sumarse el PNV, y la abstención tanto del independentismo catalán como de Bildu que ya ha dicho que no se opondrá a un gobierno de Sánchez.

Pero, en estos momentos, la única realidad es que nada es seguro. Los morados, que han recuperado la iniciativa gracias al renuncio de su líder (elogiado por sus socios, de Ada Colau a Alberto Garzón), también anticipan que habrá pacto, aunque haya desconfianza sembrada después de meses en que ninguno de los dos partidos se ha esforzado mucho en que las aguas estuvieran calmadas. Aun así, el propio Iglesias ya había decidido antes de esta fase no «confrontar» con Sánchez. En cualquier caso, hay obstáculos. El más importante decidir quiénes se sentarán en el Consejo de Ministros.

Los socialistas recelan de la coalición, que aceptan a regañadientes. Insisten en que las carteras para Podemos serían sociales, nunca de Estado (Interior, Defensa, Exteriores...), ni tampoco una vicepresidencia, y que en todo caso Sánchez tendrá la última palabra. Iglesias rechaza la capacidad de veto del líder del PSOE y exige autonomía para nombrar a sus ministros, cuya presencia, subraya, debe ser «proporcional» a los votos, lo que supondría que el PSOE tuviese apenas el doble de ministerios que Podemos.

Al mismo tiempo, Iglesias ha renunciado pero quiere en la Moncloa a su núcleo duro, del que forma parte Irene Montero, que saldría fortalecida. Su nombre lleva meses sonando para tomar las riendas en el próximo congreso del partido, previsto para 2021. Lastra no negó el viernes la posibilidad de que los más cercanos a Iglesias ocupasen ministerios pero varios dirigentes del PSOE intentaron rebajar después la oferta. «Ha abierto una puerta peligrosa», dijeron.

Y por último, el programa, que se negociará partiendo del frustrado pacto presupuestario, que incluía la subida del IRPF a rentas altas, más fondos para dependencia y avances en los permisos de maternidad y paternidad. Eso se anticipa menos problemático. Ábalos dijo hace un mes que el acuerdo de contenidos no iba a «costar nada».