Si nada raro lo impide, Joaquim Torra Pla se convertirá en los próximos días en el 131º presidente de la Generalitat de Cataluña. Casi 155 días después de las elecciones que le brindaron el liderazgo del independentismo, Carles Puigdemont pronunció ayer el nombre que permite desbloquear el inicio de la legislatura post-155, pero se trata de un nombre que no garantiza a priori un mandato tranquilo. El dedo del depuesto presidente señaló a un sucesor procedente del ala más dura del secesionismo, caracterizado por un afiladísmo verbo en las redes sociales contra los «españoles». A corto plazo se verá si esa es o no una pista de la actitud con la que JxCat y ERC enfocan la era post-DUI. Por si acaso, la Moncloa no tardó en enviarle el primer recado: deberá ante todo «respetar la ley».

El plan d se llamaba Quim Torra. Un hombre del círculo de confianza de Puigdemont, que ungió al cuarto candidato a la investidura, ahora sí el de veras, desde Berlín y tras informar al presidente del Parlamento, Roger Torrent, a su antecesor, Artur Mas, y a la líder del PDECat, Marta Pascal. Y por efecto dominó comenzaron a precipitarse multitud de piezas del tablero catalán. Torrent efectuará este viernes una telefónica ronda exprés de contactos con los grupos con vistas a poder iniciar el pleno de investidura el sábado. De confirmarse este calendario, la votación definitiva de Torra sería el lunes, pues la CUP dejó claro días atrás que sus cuatro abstenciones son inamovibles al entender que Puigdemont ha claudicado ante la ofensiva judicial del Estado.

En efecto, con la elección de un candidato sin cargas judiciales, Puigdemont certifica el final de su escapada política, o al menos un paréntesis no precisamente breve. Aunque en su alocución, a través de un vídeo difundido por las redes sociales, el líder de JxCat enmarcó en un «periodo de provisionalidad» la designación de Torra, las próximas noticias que le llegarán desde la judicatura pueden modificarle el guion. La decisión alemana sobre la causa por rebelión aún no es definitiva y su procesamiento podría conllevarle la suspensión del cargo de diputado, lo que imposibilitaría su concurrencia a unas futuras elecciones.

Aunque parece haberse impuesto la teoría del presidente de paja, Puigdemont no perdió la oportunidad de marcarle en cierto modo el camino a Torra. Aludió en su mensaje al papel que debe jugar a partir de ahora el «Consell de la República», la pseudoinstitución que JxCat quiere alumbrar para intentar mantener la idea de un Gobierno en el «exilio» que fije las líneas maestras de actuación de la Generalitat. En este sentido, Puigdemont dejó fijada como prioridad del nuevo Ejecutivo «desplegar el mandato del 1 de octubre». Mimbres que apuntarían al objetivo de persistir en el choque de trenes con el Estado, aunque en estos cuatro meses y medio de interinaje se haya evitado cruzar de nuevo el Rubicón de la ilegalidad.

De ahí que el inminente discurso de Torra en la sesión de investidura será observado con lupa. El futuro president levantó ampollas años atrás cuando publicó una serie de tuits contra los «españoles». He aquí varios ejemplos: «Vergüenza es una palabra que los españoles hace años que han eliminado de su vocabulario»; «oír hablar a Albert Rivera de moralidad es como oír a los españoles hablar de democracia»; «los españoles solo saben expoliar».

La oposición critió la designación y aseguró que su nombramiento no va a traer la serenidad que cataluña necesita.