A la espera de que el Tribunal Supremo dé a conocer la fecha de inicio del macrojuicio a los líderes del independentismo, la trinchera secesionista anda alboratada. La puesta de largo de la Crida Nacional per la República, la conferencia hologramática de Oriol Junqueras del martes, y el primer aniversario de la fallida investidura de Carles Puigdemont han creado un extraño clima de soterrada división.

El último punto de fricción, promovido desde las redes sociales desde hace unas semanas llegó el miércoles al mundo real. Fue el propio Carles Puigdemont quien apuntó que «siempre» estará a disposición del Parlament para convertirse en president y defendió lo que considera el mandato del 1-O.

En opinión de Puigdemont, la celebración de un pleno de investidura «sería una señal de respeto a la democracia por parte del Estado español, permitir que el candidato que el Parlamento de Cataluña quería investir, efectivamente lo fuera».

Por la mañana, Junts per Catalunya lanzó un vídeo a las redes sociales en el que pide a ERC y CUP que apoyen una eventual investidura del expresident. Y por si la presión no era suficentemente evidente, los puigdemontistas del PDECat andan camino de aprobar este sábado una resolución a favor de la investidura del expresident. Será contra el criterio del ala pragmática y moderada del partido, dispuesta a dar batalla.

El caso es que para hacer posible que encaje en la legalidad la investidura de Puigdemont deberían esperar a que se apruebe la reforma del reglamento, que gestiona el independentismo para permitir investiduras a distancia. Esperar o bien, según fuentes parlamentarias, saltarse la suspensión del Constitucional de la ley de la presidencia. O sea, vulnerar la legalidad de nuevo.

PUIGDEMONT VS. JUNQUERAS

La investidura fallida, por decisión de Torrent, supone una línea más en la historia de desencuentro entre Puigdemont y los suyos con ERC. La tensión es tan evidente que una interpretación de la entrevista que Le Figaro mantuvo con Junqueras, en la que el republicano señaló (no es la primera vez) que él se quedó en Cataluña «por responsabilidad», tras la DUI del 27 de octubre, provocó una respuesta en forma de advertencia de Puigdemont, desde Dublín: «Ya dije que guardaría silencio hasta la sentencia del juicio. Después, que cada uno explique lo que tenga que explicar», aseveró. Es decir: el expresident se muerde la lengua y tras la condena dará su versión de lo sucedido en el convulso mes de octubre del 2017.

Ante tanta tensión no resuelta entre posconvergentes y republicanos, fue el president Torra el que ayer optó por templar y refugiarse en ese aglomerante que es el juicio. Así, él y sus consejeros recibieron a las familias de los procesados en el Palau de la Generalitat. Torra hizo un llamamiento a «no desfallecer nunca» ni a dejarse «intimidar» por el Estado y exigió la «absolución» de los encausados, porque «no han cometido ningún delito». Y concluyó con un llamamiento: «No desfalleceremos nunca. Persistiremos. Y lo conseguiremos. Empezamos juntos y libres y acabaremos juntos y libres. No estáis solas. No estáis solos. Siempre estaremos a vuestro lado».

Torrent advirtió asimismo al presidente Pedro Sánchez que ya sabe lo que tiene que hacer para contar con el apoyo de los independentistas, como seguir «movimientos en la línea antirrepresiva» --es decir, a través de Fiscalía y de la Abogacía del Estado--; crear una mesa de diálogo y que los Presupuestos avancen socialmente».