Quim Torra estaba acabando un discurso de seis minutos y medio dedicado a los 454 nuevos agentes de los Mossos d’Esquadra y los 350 policías locales que ayer se graduaron en la escuela de policía. Ya había entrado en el tramo final, con muestras de agradecimiento a los nuevos policías y a sus familias, y comenzaba a parecer posible que en un acto de los Mossos encabezado por el presidente de la Generalitat no hubiera alusiones al procés. Lo parecía, pero no lo fue. La postilla procesista llegó tras los agradecimientos: «Recordad siempre que por encima de todo están las libertades civiles y democráticas, valores de los que a partir de hoy vosotros sois sus garantes».

Sería una frase sin más importancia si no fuera porque, para Torra, quien ataca las libertades civiles y democráticas es el Estado y, en concreto, la justicia española. También porque al pedir a los nuevos mossos que «recuerden siempre» que no hay nada que esté «por encima» de las libertades democráticas, lo que sugiere es que el resto de ordenamientos jurídicos (los de la justicia española, se entiende) están por debajo.

El nuevo jefe de los Mossos, Eduard Sallent, nombrado bajo la sospecha de que había sido el elegido por su perfil indepedentista, quiso dejar claro hace dos semanas que todo cuanto diga un juez «es sagrado» y que su obsesión será la de tratar de que los Mossos se queden al margen de la política. Pero Torra siempre tiene otros planes, que pasan por situar a los Mossos en el centro de la política.

La coletilla final de Torra fue recibida por los familiares que habían asistido al acto con división de opiniones. Hubo quien aplaudió y quienes dejaron las manos quietas.