Quim Torra ha tomado este jueves posesión del cargo de presidente de la Generalitat en una ceremonia pensada para transmitir la máxima austeridad. Apenas una decena de personas, casi todas familiares, han asistido al acto, en el que el nuevo jefe del Ejecutivo catalán ha eludido como se esperaba las tradicionales promesas de lealtad al Estatut, a la Constitución y al Rey.

Torra ha elegido la fórmula que ya empleó su antecesor, Carles Puigdemont, en el 2016. "Prometo cumplir fielmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalitat, con fidelidad a la voluntad del pueblo de Catalunya representado por el Parlament", ha dicho él mismo.

En la toma de posesión anterior, fue la entonces presidenta del Parlament, Carme Forcadell, la que enunció los votos. En esta ocasión, Roger Torrent se ha limitado a ejercer de testigo de un acto que ha abierto el secretario del Govern, Víctor Cullell, con la lectura del decreto de nombramiento sancionado por el Rey y por Mariano Rajoy.

Menos de cinco minutos

Como habían anunciado fuentes del entorno de Torra, la ceremonia ha durado menos de cinco minutos. Se trataba de escenificar el pesar que siente el soberanismo catalán por el hecho de que los impulsores de la declaración unilateral de independencia del pasado octubre estén ahora mismo en prisión preventiva o fuera de España.

Por el mismo motivo, que ha provocado fuertes disputas con el Gobierno español -ninguno de cuyos representantes ha asistido al acto-, el nuevo presidente de la Generalitat ha tomado posesión en el modesto salón Mare de Déu de Montserrat. En ocasiones anteriores, la ceremonia se celebraba en el salón Sant Jordi, y congregaba a cientos de invitados.

La ceremonia tampoco ha contado con el tradicional traspaso de la medalla de 'president', que el antecesor suele colocar al cuello de su sucesor. En un acto restringido a la mayoría de los medios, la realización de Palau se ha recreado en los planos cortos de esa medalla, colocada sobre la mesa en la que tenía lugar el acto.