Mariano Rajoy relevó ayer a José María Aznar como presidente del PP con un discurso continuista y carente de autocrítica, en el que puso especial empeño en proclamar que no es un "recomendado" de nadie y en convencer a los "analistas" de que la política le interesa. Recibió el apoyo del 98,37% de los 2.541 compromisarios que votaron. Se registraron 489 abstenciones.

"No me recomienda nadie. Soy yo, por mi cuenta y riesgo, el que os pide que confiéis en mí y en las ideas que propongo", manifestó Rajoy al presentar su candidatura ante los delegados que colmaban el salón de actos del Instituto Ferial de Madrid. Con su proverbial ironía gallega, dijo: "Me puedo equivocar, pero cuando uno está donde está, tiene derecho a equivocarse, y si se equivoca, ya se sabe lo que ya se sabe".

DERROTA "INESPERADA" Rajoy confesó que, tras la derrota electoral del 14 de marzo, pensó en dimitir como líder del partido. Sin embargo, reconsideró de inmediato su decisión al entender que fue una derrota "sorpresiva" e "inesperada", en la que influyeron los atentados terroristas del 11-M. "Además, lo que me pedía el cuerpo era seguir en la brecha, porque mi vocación es la política", apostilló, para disipar cualquier duda sobre un posible desapego al ejercicio del poder.

En su reflexión sobre los resultados de las elecciones, Rajoy evitó acusar al PSOE de "manipulaciones" y "mentiras", desmarcándose de lo que hicieron el viernes varios dirigentes en la sesión inaugural del congreso. Pero tampoco asumió la tesis de Alberto Ruiz-Gallardón de que la derrota obedeció no sólo a los atentados terroristas, sino a "malentendidos" entre el PP y la sociedad.

SUPRESION Puesto a evitar la menor autocrítica, Rajoy suprimió del discurso original una parte en que elogiaba a sus correligionarios por haber superado la derrota electoral con normalidad, sin tensiones y sin volver la vista atrás "salvo para corregir errores". La frase entrecomillada figuraba en el discurso entre paréntesis y no la pronunció.

El líder popular dedicó un encendido elogio a Aznar, a quien definió como el mejor presidente de la historia de España, y dijo que algunos pretenden "borrar su herencia de la faz de la tierra". "No lo van a conseguir. La historia pondrá a todos en su sitio", sentenció. Los compromisarios ovacionaron de pie al expresidente del Gobierno, que se incorporó del asiento y respondió emocionado con un saludo militar.

Tras hacer un largo repaso sobre su trayectoria política, desde sus inicios "pegando carteles en 1977", Rajoy reclamó la unidad y el apoyo del partido para la nueva etapa. Como "prioridades" del PP no citó planeamientos novedosos: la lucha eficaz contra el terrorismo, la unidad de España, la creación de empleo y la transparencia en el manejo de las cuentas públicas. Y en todos los casos se remitió a los logros del Gobierno de Aznar para alegar la fiabilidad del partido conservador.

"HAY QUE SER FIABLES" "La unidad nacional es una especialidad reconocida y casi privativa del PP, porque donde otros vacilan o arrastran confusiones ideológicas, nosotros no vacilamos ni disfrazamos las palabras", dijo.

Rajoy sintetizó su proyecto diciendo que desea el "mismo partido", pero "con sus virtudes bien encendidas" para recuperar el Gobierno en el 2008. "Necesitamos convencer, ser fiables", dijo, y para ello reclamó la unidad de los militantes, la coherencia del discurso y la seriedad para atender a la sociedad.

Hizo a continuación gala de su firmeza ideológica. "No esperéis de mí que renuncie a mis convicciones ni a mi pasado. No me voy a convertir en otra persona ni voy al ver al mundo de otro color", dijo. En este punto añadió a su discurso original una apostilla: "No nos pidan que demos volteretas de titiriteros". Varias fuentes lo interpretaron como una réplica a Ruiz-Gallardón, que el viernes planteó un giro progresista.