Mariano Rajoy se deshizo ayer en alabanzas a José María Aznar por su comparecencia del lunes pasado en la comisión parlamentaria del 11-M. El presidente del PP calificó de "brillante" la intervención del exjefe del Ejecutivo y llegó a proclamar que fue "más clarificadora" que las del exministro del Interior, Angel Acebes, o la del exportavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana.

Rajoy escenificó esta defensa acérrima de Aznar en la primera reunión de la junta directiva nacional que preside tras la celebración del último congreso nacional del partido. Tanto el líder popular como los demás dirigentes se mostraron convencidos de que la comparecencia del expresidente del Gobierno favoreció al PP y perjudicó al PSOE.

"ROSTRO DURO" En su intervención ante el máximo órgano del PP entre congresos, Rajoy manifestó que los socialistas fueron "sectarios" e hicieron el "ridículo" en la sesión parlamentaria. Dijo que el portavoz del PSOE, Alvaro Cuesta, mostró un "rostro duro como el pedernal" por haber puesto como ejemplo de cooperación parlamentaria la comparecencia del presidente de EEUU en la comisión investigadora de los atentados de Nueva York.

Tomando como punto de partida la intervención de Aznar en el Congreso de los Diputados, Rajoy hilvanó un discurso triunfal sobre la situación del partido. Destacó que, pese a la derrota electoral del 14 de marzo, "no hay menguas de apoyos expresos" y "se mantiene la base electoral". "No hemos caído en depresiones melancólicas como ocurrió en el PSOE en 1996", proclamó.

"RESPONSABILIDAD" El presidente del PP arremetió con dureza contra el Gobierno, al que acusó de estar a merced de las demandas "a veces alocadas" de sus aliados y advirtió de que Josep Lluís Carod-Rovira "no va a desaprovechar ninguna oportunidad que le brinde Zapatero para armar un gran partido revolucionario". A su partido le pidió "la máxima responsabilidad e inteligencia" para no reproducir enfrentamientos en los congresos provinciales como el que ocurrió en Elche, cuando zaplanistas y campistas llegaron a las manos en su enfrentamiento.

Zapatero se negó a entrar al trapo de Aznar. Ante los múltiples reproches que recibió la víspera de su predecesor, el presidente guardó silencio y se limitó a garantizar que el 13 de diciembre, cuando comparezca ante la comisión, lo hará "con humildad y sin rencor". Una promesa con la que, sin necesidad de explicitarlo, quiso censurar el tono que Aznar empleó en el Congreso.