«Exhumar a Franco es a Pedro Sánchez lo que traer a las tropas de Irak fue a Zapatero», le dijo el abogado experto en memoria histórica Eduardo Ranz al propio expresidente. Fue este invierno, en un acto socialista en Madrid. Y José Luis Rodríguez Zapatero le contestó: «Sacar a los soldados de Irak fue más fácil que sacar a Franco del Valle de los Caídos».

Lo cuenta Ranz al acabar un año como miembro del círculo de asesores del Gobierno en materia de memoria. Sacar a Franco se convirtió en emblema político de Sánchez. Pero la orden de exhumación no ha podido ser tan expeditivamente cumplida como la de Zapatero a las tropas. Hubo un plan exprés para el Gobierno, pero se descartó por su vulnerabilidad.

Un borrador de Ranz preveía la extracción de los restos, su traslado al Instituto Anatómico Forense, el aviso a la familia y su reinhumación, si no elegían lugar, en un osario del cementerio de La Almudena... todo en 72 horas. «No se pudo sacar a Franco en 72 horas. Reconozco que el plan no tenía todas las garantías», relata en exclusiva en esta entrevista.

—¿Por qué es tan difícil en este país exhumar a un dictador?

—En 1975, Franco va al Valle de los Caídos por una comunicación del rey Juan Carlos al abad, firmada ‘yo, el Rey’ y que entonces tenía sentido: no había Constitución, había riesgo de involución y era una forma de mantener tranquilos a los militares. Tras 40 años, en el 2018 se tomó la decisión, que es justa, razonable, pero compleja técnicamente, y que es conforme a la democracia y al entorno europeo: Hitler no está en Auschwitz, ni Mussolini en el Trastévere. Pero ahora temo que, si no se forma gobierno, todo este esfuerzo que se ha hecho durante el último año quede en papel mojado.

—Se perderían las facilidades para las familias que quieran recuperar restos del Valle.

—Hay que diferenciar primero los cuerpos, el por qué están ahí, quién lo decidió y quién quiere que salgan. Si los familiares lo demandan y es posible, debería ser automático. Pero hay que diferenciar dos cuerpos: el de Franco, que no cayó en la guerra civil, y el de José Antonio, que sí cayó pero está en lugar preeminente, y eso también se debe resolver. Debe estar en el Valle, pero no en lugar preeminente.

—El Gobierno no tenía claro dónde colocarlo.

—Es que no llegó el momento de plantearlo. En mi opinión, hay que hacer una resignificación del Valle reposada, en conjunto, no por elementos. Otra cosa es que la exhumación del dictador sea lo más visible para esa resignificación. El Valle de los Caídos ha visto pasar la democracia, pero la democracia no ha entrado en el Valle. El Tribunal Supremo tiene ahora la oportunidad de permitir que la democracia llegue al Valle.

—La acción del Gobierno se hizo entre una derecha hostil y un sector de izquierda partidario de volar la Cruz de los Caídos...

—Yo creo que el Valle no se debía haber construido nunca, pero, una vez construido, no soy partidario de volar nada. Se debe dar la posibilidad a las familias que quieran exhumar, y resignificar aquello intelectualmente, con una idea de continuidad, no de eliminación.

—En tiempos de Zapatero se planteó que los 34.000 nombres de los que yacen allí se inscribieran en lápidas.

—Creo que sería de justicia, pero deberían pronunciarse las familias. Muchas familias del bando republicano no sabían que los suyos estaban en el Valle, y se han pasado decenios llevando flores a fosas vacías.

—¿Y figurar todos juntos? Es complicado, tanto como sacar cuerpos.

—En el Valle, los que en peor estado están son los que entraron primero, los del bando mal llamado nacional. El Valle se construyó con la mentalidad de meter cuerpos y que nunca más salieran. Tiene aforo para 60.000 cuerpos y hay 34.000. Los últimos enterramientos se hicieron en 1983, de familias que lo pidieron. Hay 18.000 del bando republicano y algo más de 15.000 del nacional, pero al comienzo se pensó para albergar a todas las víctimas del nacional. En la cúpula se ve la idea de reconciliación que tenía el franquismo: tres banderas, la carlista, la falangista y la franquista. Y luego están aquellos a los que se les robó la identidad, a los que no se les consideraba españoles. Un monumento a la victoria de unos sobre otros del mismo país; no hay cosa igual en Europa. La primera víctima del franquismo fue la verdad.

—Y el derecho, el de las familias de los muertos...

—El ejemplo más duro que he visto es el de Mercedes Abril. Tiene 83 años. La última vez que vio a su padre tenía tres. Fue a la escalinata de Cuelgamuros en silla de ruedas, subió como pudo, con un bastón, miró por un ventanuco las cajas donde seguramente está su padre y dijo: «Siento que está ahí dentro». Ese día cerró su herida. La finalidad de todo esto es esa, la reparación.

—Y pese a la oposición de los frailes del Valle.

—Hay que diferenciar la figura de personajes como el actual prior, que pasa de Falange al Valle de los Caídos, de la figura de una Iglesia mucho más progresista, abierta, alejada del franquismo, que ha intentado hacer encuentros humanitarios para que este camino sea posible.

—¿Hasta qué punto la política de memoria histórica del Gobierno socialista dio más votos a Vox?

—Este año se ha hecho buen trabajo de memoria. Hay 114.226 personas en las cunetas y a eso se le está poniendo solución. Si da a Vox, habrá que preguntárselo a sus electores.

—¿Algún otro lugar de la memoria le ha impresionado tanto como el Valle?

—En La Barranca, en La Rioja, una fosa en la que ejecutaron a 400 hombres. Sus mujeres, todas unas heroínas, andaban cada día cuatro kilómetros de ida y otros cuatro kilómetros de vuelta, con frío o calor y con los niños de la mano, hasta la fosa donde estaban los maridos. Pudieron exhumarla, pero decidieron que todos esos cuerpos debían quedarse juntos. Así que se dignificó la fosa y se hizo un memorial. Me impresionó.