Julio Anguita González, el histórico líder de Izquierda Unida (IU) y todo un referente moral del progresismo político, ha fallecido en Córdoba a los 78 años de edad tras sufrir en su domicilio una parada cardiorrespiratoria. El expolítico llevaba casi tres décadas con problemas cardíacos. Sufrió dos infartos de miocardio, en 1993 en plena campaña de las elecciones generales a las que era candidato y 1998. A finales del 2000, ya retirado de la política, fue intervenido de urgencia y se le colocó un baipás, pero en los años 2009 y 2014 también tuvo que ser ingresado.

"No le dejéis que hable, que os convence". En la presentación de 'Contra la ceguera. 40 años luchando por la utopía', su biografía política, Anguita (Fuengirola, 1941) recordaba ese consejo que solía dar su padre a las visitas cuando aún era un niño. Unas dotes de persuasión que le llevaron a convertirse en el primer alcalde comunista, recién llegada la democracia, de su Córdoba del alma, y después a dar el salto al Parlamento andaluz y a ser elegido coordinador general de IU en 1989. De ahí al Congreso de los Diputados, donde se destapó como un político temperamental y con gran firmeza en sus convicciones, rayando incluso la intolerancia.

Apartado de la primera línea en el año 2000 por los mismos problemas cardíacos que ahora han acabado con su vida, nunca se jubiló de la movilización política, convertido en el espejo en el que se miró el movimiento 15-M y los dirigentes de Podemos para buscar una alianza de la izquierda y la participación de la sociedad en la política.

FEROZ ANTIMILITARISTA

Nacido en una familia de militares su padre era brigada, Anguita siempre se mostró un convencido antimilitarista. De hecho, se negó a que el avión que trasladaba el cadáver de su hijo, el periodista Julio Anguita Parrado, asesinado en el 2003 en la guerra de Irak, aterrizara en una base militar por ser, precisamente, la plataforma desde la que se había iniciado la participación española en el conflicto bélico. Una muerte que le revolvió por dentro y sacó a relucir al hombre tímido y sensible que se emocionaba años después al evocar esa pérdida, y que incluso admitía haber sido un mal padre.

Estudió Magisterio e Historia en la Universidad de Barcelona, y ya siendo maestro se afilió al entonces clandestino Partido Comunista de España tras encontrar el armazón teórico que sostenía su oposición a la dictadura. En algunas entrevistas de promoción de sus libros contaría que, aunque era creyente como su familia, encontró en el PCE las respuestas que no hallaba en Dios. Se hizo comunista, explicaría, porque la sociedad había de transformarse para defender los derechos humanos. Un bagaje que quedaba reflejado en sus libros de cabecera: la Biblia, 'El Capital' y 'Don Quijote de La Mancha'.

Su hablar pedagógico, incluso filosófico, le dibujaron en el imaginario popular tanto a derechas e izquierdas como un político de raza y un hombre coherente y honesto, lo que le permitió conseguir el favor de sus vecinos durante dos elecciones municipales seguidas en Córdoba. La segunda, con mayoría absoluta. Eso le valió el apodo de 'el califa rojo' del que, austero para todo, abominaba.

SUPERIORIDAD MORAL

La política y el poder solo valían a sus ojos como herramientas para cambiar la vida de la gente y transformar la sociedad. De ahí que fuera capaz de buscar el acuerdo con distintas formaciones porque lo importante, repetía, era el "programa, programa, programa" y las medidas que se lograsen poner en pie. El mismo modelo que venera Pablo Iglesias, quien antes de poner en marcha la nueva formación, se desplazó varias veces a Córdoba para reunirse con Anguita, pese a que este rechazó unirse a ellos.

Su actitud pragmática, sin embargo, no era incompatible con una cierta idea de superioridad ideológica y moral respecto al PSOE, por entonces en horas bajas a cuenta de los GAL, y su intención de ser la fuerza hegemónica en la izquierda. Se vio en Andalucía, donde hizo pinza dos años con el PP, en una legislatura endiablada para el socialista Manuel Chaves. Y también en el Congreso de los Diputados, donde IU finalmente sí rechazó, no obstante, cruzar la línea y apoyar al PP de Aznar en una moción de censura contra Felipe González. Hasta la irrupción de Podemos, fue el líder que más alto logró llevar al espacio político a la izquierda de los socialistas: el 10% de los votos y 21 escaños en 1996.

Su imagen de hombre fiel a sus ideas se mantuvo incluso tras su retirada de la primera línea de la política a causa de un infarto. Rechazó su pensión como exdiputado y prefirió volver a las aulas de Córdoba, jubilándose como maestro. Pero nunca abandonó su compromiso cívico, que alternaba con sus ratos de natación, sus partidas de mus y la lectura.

NUEVOS MOVIMIENTOS

Atento a todos los nuevos movimientos sociales, "porque a uno lo que le pide el cuerpo es ayudar", en el 2012 impulsó el Frente Cívico Somos Mayoría, una herramienta de transformación con la que intentó hacer confluir diversos movimientos sociales surgidos a raíz del 15-M. Y que, además, fue germen de numerosas marchas sociales de protesta contra la política de recortes del PP, entre ellas las Marchas por la Dignidad. Pocos años después, en el 2018, abandonaría la presidencia de la organización al no haber logrado su objetivo de ser un referente estatal, proponiendo incluso la disolución del colectivo.

Su última aparición pública se produjo hace unos días, cuando a través de un vídeo difundido por el Colectivo Prometeo, instaba a buscar una salida política, ecológica y económica a la pandemia del coronavirus. Una respuesta, afirmaba, que "no hipoteque el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos", que "tienen derecho a que no les dejemos miseria y grandes problemas". "En estos momentos de crispación que están aprovechando algunas fuerzas políticas hace falta serenidad, reflexión y sopesar razones", concluyó.