Ricardo Costa (Castellón, 1972) brillaba allá por donde iba. Nació en una familia en la que hacer carrera política en el PP era lo normal y siguió ese camino. Su madre fue durante años una influyente concejala popular en el Ayuntamiento de su ciudad y su hermano Juan llegó a ser ministro en el gobierno de Aznar. En 1995, año del inicio del reinado del PPCV en la Comunitat Valenciana, él fue elegido por primera vez diputado en Les Corts con apenas 23 años y en los años del imperio popular llegó a ser portavoz del grupo y secretario general del partido en la Comunitat Valenciana.

Esos cargos fueron su tope pero él siempre aspiró a más. El primer paso era ser nombrado 'conseller' y Costa paseaba su impoluta imagen de pijo a la espera de la llamada mientras hacía de fontanero para Francisco Camps. Pero aunque siempre estaba en las quinielas de las remodelaciones de los gobiernos del 'expresident', el nombramiento nunca llegó.

Cuando más cerca parecía el teléfono de sonar, estalló el escándalo Gürtel y él fue de los primeros damnificados. Lleva quemado desde que en 2009 empezaron a salir sus conversaciones con los cabecillas. “Tu serás el próximo presidente de este país”, le dijo Francisco Correa. “¿Ricardo ya sabe de que color quiere el coche?”, le preguntó Correa a Álvaro Pérez. “Necesito cien gramos de caviar”, le pidió el propio Costa a El Bigotes. ‘Ric’ se convirtió en una caricatura pero aunque no era lo que había soñado no dejaba de ser un personaje secundario.

Esta semana ha dado por fin el salto a la primera línea de la política pero seguro que nunca imaginó que sería así. Las confesiones Correa, Pablo Crespo y Pérez le han situado en el mismo centro de la diana. Han admitido que fue él quien les dijo que sólo cobrarían algunos actos electorales que habían organizado para el PP de la Comunitat Valenciana si lo hacían girando facturas falsas a empresarios afines.

Y le han chamuscado, porque por mucho que ‘El Bigotes’ se encargara de remarcar en su declaración que Costa le consultaba todo a Camps, y que le llamó delante de él para consultarle ese método de pago, el que está sentado en el banquillo de los acusados con una petición de casi ocho años de cárcel es él y no el ex president de la Generalitat valenciana, que es un mero testigo.

Todos los focos le apuntan ahora y todos quieren saber cómo va a jugar sus cartas porque lo suele hacer bien. Ya en 2009, su entorno advirtió que “no se comería sólo el marrón” y cumplió. En 2011 el PPCV convenció a Víctor Campos, ex vicepresidente de la Generalitat, y a Rafael Betoret, ex jefe de gabinete de la conseller de Turismo, de que se declararán culpables en el ‘caso de los trajes’ de Camps, con la promesa de que el jefe firmaría a continuación. Pero Costa dijo que primero firmara el ex president y luego iría él. Acertó porque Campos y Betoret fueron condenados y un jurado absolvió a Camps, que nunca confesó y dejó tirados a sus dos subalternos, y al propio Costa.

Su declaración será el próximo gran hito del juicio de esta tercera pata valenciana de Gürtel. Habrá que ver si niega la mayor o si apunta hacia arriba, hacia Camps o incluso hacia Génova. Todo puede depender de lo que pacte con la Fiscalía, aunque desde el Ministerio ya han advertido que con el juicio empezado, las rebajas serán mínimas. Pero habrá que ver la información que está dispuesto a dar. Su momento ha llegado, aunque le pilla achicharrado.