«No se suelen dar casos de personas en huelga de hambre que aguanten más de 60 días». Dos meses sin comer es, con frecuencia, el tope. Lo explica Jaume Padrós, presidente del Colegio Oficial de Medicos de Barcelona (COMB) y médico personal de Jordi Sànchez y Jordi Turull, que ayer empezaron una huelga de hambre indefinida en la prisión de Lledoners para reclamar un Tribunal Constitucional (TC) «imparcial y diligente». Las huelgas de hambre hacen referencia a la privación de alimentos, pero no de agua. Así, Sànchez y Turull dejarán de comer, pero no de beber. La razón es que, si se eliminaran los líquidos, el colapso de todas las funciones del cuerpo sería excesivamente rápido y la muerte se produciría en días.

Padrós ha explicado a ambos internos las consecuencias a corto y largo plazo de la huelga de hambre, así como de sus «riesgos» pero, como remarca, su «primera obligación como médico» es «respetar» la decisión de los presos. Entre estas consecuencias a corto plazo, algunas de las cuales Sànchez y Turull empezarán a experimentar «a partir de mañana» (por hoy) en palabras del presidente del COMB, se encuentran los «mareos», las «hipoglucemias» (bajadas de la glucosa o azúcar en sangre) y la «hipotensión» (presión arterial baja).

A medio plazo, las consecuencias serán más graves. Entre ellas están una progresiva pérdida de masa muscular y los dolores abdominales y digestivos. Además, se produce una «desnutrición» en el cuerpo humano debido a la pérdida de nutrientes que, de no interrumpirse, lleva a la muerte. La sensación de debilidad se acrecienta cada vez más. «Algunas personas sufren alteraciones cardiovasculares y de la conciencia en estadios más avanzados, a la semana o a los 15 días de haber empezado la huelga de hambre», comenta Padrós.

Cuando las personas no ingieren alimentos, su cuerpo va alimentándose poco a poco de las reservas de energía que guarda (azúcar y grasas, por ejemplo). Pero, llegados a un punto, se agotan. A los 40 y 50 días de haber empezado la huelga es cuando el cuerpo humano pierde prácticamente todas las reservas de energía. Todo depende, obviamente, de la constitución de cada persona, pero a partir de este estadio el colapso del organismo puede ser inminente. La muerte puede llegar en cualquier momento por parada cardiorrespiratoria o fallo cardíaco.

En las dos últimas décadas en España tuvo repercusión la huelga de hambre del preso de ETA Iñaki de Juana Chaos (condenado a 3.000 años de cárcel por el asesinato de 25 personas), que estuvo sin comer 63 días en el 2006.

También en el 2012, el alcalde de Alburquerque (Badajoz), Ángel Vadillo, ejerció una huelga de hambre de 91 días frente al Ministerio de Industria para protestar por la derogación de un proyecto de energía termosolar que con el que contaba para el municipio, que tenía una tasa de paro del 42%.

En el 2009, la activista Aminatu Haidar inició una huelga de hambre de 32 días en Lanzarote para protestar por su expulsión del Sáhara occidental.