Hace un año, Albert Rivera acariciaba la idea de ser el próximo presidente del Gobierno, aupado por la erosión de un PP que se desmoronaba en las encuestas. En abril de 2018, el CIS 'pre-Tezanos' situaba a Ciudadanos en empate técnico con los conservadores (22,4% para Rivera, 24% para Mariano Rajoy). Solo faltaba esperar al final de la legislatura. La moción de censura de Pedro Sánchez torció sus planes. Ahora, a las puertas de la campaña del 28-A, los liberales han perdido 'punch'. Tercero en los sondeos, Rivera sitúa el centro de su estrategia electoral en la suma con Pablo Casado como bloque capaz de cumplir el "la obligación moral y patriótica" de "echar" al PSOE de la Moncloa. Poco parece importale la indiferencia con la que el presidente de los conservadores le trata, sin recoger el guante.

Rivera trata de que los electores elijan entre dos bloques. "Si esto fuera un partido de tenis, sería de dobles: Sánchez con Pablo Iglesias a un lado de la cancha, y del otro lado, el señor Casado y yo", ha explicado en un almuerzo en el Casino de Madrid, en el que ha vuelto a pedir al presidente del PP que se comprometa ante los electores a armar un gobierno de coalición con Cs.

Cree Rivera que al PP le fallan los ánimos en esta campaña. "Quiero ganar, quiero echar a Sánchez. En el PP están contando cuántos escaños van a perder. Nosotros estamos contando cuántos podemos ganar. Pero en la noche electoral estaré feliz si podemos sumar", ha explicado, tras reprochar a los conservadores su falta de "ganas". "Echo de menos en el PP ganas, ilusión, creencia en la victoria. Solo les escucho que cuidado con los escaños", ha lamentado. A su juicio, la formación de gobierno se va a dirimir por "uno o tres escaños" .

El número uno de Cs también se ha mostrado contrario a pactar con el PNV y se ha mostrado dispuesto a intentar convencer al líder del PP de alejarse del grupo vasco.