Corría el mes de junio del 2001, cuando el Grupo de Estupefacientes de la Policía de Gijón que dirige el inspector Manuel García Rodríguez tuvo constancia del primer robo de dinamita goma-2 Eco. Los agentes seguían un alijo de droga y para su sorpresa encontraron en un garaje de Avilés hasta 16 cartuchos de explosivo y 94 detonadores. La operación antidroga había sido bautizada con el nombre de Pípol .

Los datos para localizar el alijo los había proporcionado José Emilio Suárez Trashorras. Se trataba de un minero, ayudante de artillero, de 25 años, que un año más tarde conseguiría la incapacidad laboral permanente por esquizofrenia. Trashorras vivía en Avilés. Era vecino del jefe del grupo de estupefacientes, pero era, además, un "buen confidente". A cambio de una información que proporcionó un alijo de dos kilos de heroína y cocaína, logró que su cuñado, Antonio Toro, saliera en libertad en la Navidad del 2001. Su colaboración era tan estrecha que los agentes ayudaron a su novia a encontrar trabajo. Su información proporcionaba alijo tras alijo: 1.000 pastillas de éxtasis y una cantidad indeterminada de hachís en marzo del 2002, 80 kilos de droga a finales de ese mismo año.

Pero Trashorras tenía, además, unos "amigos moritos" en Madrid, según el agente García Rodríguez. A mediados del 2003 viajó allí a llevar "un regalo al hijo de uno de los moritos". Para entonces, la Guardia Civil ya sabía por la Unidad Central Operativa (UCO) y por un confidente en Asturias que Trashorras y Toro poseían explosivos. Concretamente, tenían 150 kilos de dinamita, posiblemente robada en la mina Conchita, en la que trabajaba el primero. A la UCO le había informado el confidente Rafá Zuher, encarcelado en Asturias por atracar una joyería. La Guardia Civil de Asturias tenía datos coincidentes por su confidente José Ignacio Fernández Díaz, Nayo .

Si el jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Asturias, teniente coronel Fernando Aldea Juan, había conocido "por la prensa" el primer alijo de explosivos robado en el 2001 por la trama de la masacre del 11-M, y el jefe superior de policía de Asturias, Juan Carretero, no le había informado pensando que "ya se enteraría por la prensa", ahora tampoco concedía importancia a la información sobre el nuevo robo. ¿Por qué? "Se hicieron observaciones sin resultado", declaró el teniente coronel Aldea ante la comisión del 11-M. "No estaban en ninguna parte, no existían", llegó a decir. ¿Era posible? Pues sí, los confidentes mentían. "Hay que tener en cuenta que Nayo estaba en la cárcel porque Trashorras y Toro le meten en un tema de droga y le delatan", de modo que él sólo quería vengarse y el asunto de la dinamita obedecía a "rencillas entre ellos", adujo el coronel Aldea.

Los dos robos consecutivos quedaban, de ese modo, sin investigar. Tampoco los datos que existían hasta el momento llevaron a la Guardia Civil a extremar los controles en torno a la mina Conchita, en la que trabajó Trashorras. "Se hicieron los controles normales", reconoció el teniente coronel Aldea. Poco después, en enero y febrero del 2004, el propio Trashorras conseguía los 300 kilos de goma-2 para los autores de la masacre del 11-M.