No perderse la web del Ministerio de Defensa. En especial, el recóndito espacio (www.armada.mde.es) que dedica a la historia de la Armada española, una aventura que comienza --dice la web-- en el 49 antes de Cristo, pero que ha llamado especialmente la atención de Iniciativa per Catalunya (ICV) por el capítulo que dedica a los acontecimientos de 1936. Cuenta allí cómo los "marxistas" infiltrados entre el cuerpo de oficiales prepararon el "asalto al poder" a costa de "la moral de las masas neutras". El diputado ecosocialista Joan Herrera ha hecho llegar al Gobierno una pregunta parlamentaria para saber si comparte tan peculiar análisis.

El breve curso de historia que ofrece Defensa es, por el mismo precio, una loa a la importancia de la fuerza militar naval. Witiza y Rodrigo fueron visigodos más bien descuidados --dice la web--, de ahí que facilitaran "la invasión de España por las huestes de Musá ibn Nusayr, el año 711, y su consiguiente islamización".

La Armada Invencible

Cada año tiene su cosa. El desastre de la Armada Invencible en 1588 es una lección de cómo pasar de puntillas. El 1936 que ha indignado a ICV es todo lo contrario.

Se analizan los hechos que condujeron al golpe militar de Franco, a partir del regreso a la presidencia del Gobierno de Manuel Azaña y, con él, de José Giral como ministro de Marina. "La decisión más polémica de este último fue la de autorizar el reingreso en la Armada de las personas, marxistas en notable proporción, que desde los primeros meses de la República habían sido separados del servicio por delitos de indisciplina, lo que afectó notablemente a la moral de las masas neutras de las dotaciones de los barcos y dependencias en tierra", repasa la web.

Y, en referencia a los "marxistas", prosigue: "Trabajando como agentes subversivos, explotaron fácilmente los errores o defectos de sus jefes y, en todo caso, los exageraron y utilizaron como propaganda en las células revolucionarias creadas con el objetivo de preparar el asalto al poder preconizado por el partido comunista".

La lectura resulta tan absorbente que puede pasar desapercibida la sucesión de imágenes que aparecen durante unos breves segundos junto al texto: un submarino, un portaaviones, un buque en fiera lucha contra el oleaje y, atención, un retrato grandilocuente de Franco... El susto queda diluido, eso sí, cuando después aparece otro retrato, éste de Juan Carlos I.