En la Moncloa asumen desde hace algún tiempo que necesitan dejar cierto espacio de protagonismo a Pablo Iglesias para que prospere la colaboración con Podemos. El Gobierno prefirió no pronunciarse cuando el líder morado se erigió en principal artífice del acuerdo de Presupuestos en su rol de vicepresidente in pectore mientras Pedro Sánchez adoptaba una posición más discreta. Y sin embargo, el Ejecutivo echó el freno este jueves a la complicidad sin fronteras y desautorizó a Iglesias en su última aventura, que le lleva a reunirse hoy con el líder de ERC, Oriol Junqueras, en la cárcel de Lledoners (Barcelona), para negociar un apoyo a las cuentas públicas del 2019.

Alega que el dirigente podemista no habla en nombre del Gobierno ni tampoco le representa cuando acude a ese encuentro. Desde Bruselas, donde acude al Consejo Europeo, Sánchez desacreditó la labor de su socio principal. «Agradezco al señor Iglesias el apoyo a esta propuesta presupuestaria, pero también recuerdo que la negociación en nombre del Gobierno la hace el Gobierno», zanjó.

En la Moncloa no quieren que las relaciones con Podemos, que tanto costó tejer, se enfríen, pero lo cierto es que las formas con las que este ha anunciado y explicado el propósito de la cita con Junqueras han creado malestar. «Es una gestión ajena al Gobierno en la que Iglesias solo se representa a sí mismo y a su formación», se desmarcan fuentes gubernamentales.

A nadie se le escapa que el encuentro en la cárcel llega en un contexto endiablado para la Moncloa: el Gobierno está determinado a avanzar en la senda de diálogo abierta con Cataluña, pero tiene enfrente al ala conservadora criticando la falta de mano dura y el sempiterno 155.

CIERRE DE FILAS

En estas circunstancias, el Gobierno cierra filas. La titular de Hacienda, María Jesús Montero, dice que ella no tiene la voluntad de ir a ninguna prisión a negociar y que lo que diga Iglesias allí no es ninguna oferta del Gobierno. El responsable de Exteriores, Josep Borrell, se expresó en términos parecidos. La portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, circunscribió la cita a un asunto «entre ellos». Y su homólogo del PDECat, Carles Campuzano, convino también que «el interlocutor sobre el debate de Presupuestos no es Iglesias, sino el Gobierno».

El papel de mediador que se intenta arrogar el podemista ha generado cierto malestar, también, entre las filas republicanas. En parte, porque interpretan que busca atribuirse poderes de negociación de los que carece y, no menos, por las formas en las que se ha gestado el encuentro.

Iglesias sostiene que la cita la pidió Junqueras. «Yo estoy yendo a una reunión que me han pedido», defiende, para sondear «qué posibilidades hay». Desde ERC matizan esa afirmación. Sostienen que Junqueras no ha solicitado este encuentro ahora con Iglesias. Alegan que cuando el jefe morado fue a visitar al presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, a la prisión de Soto del Real (Madrid) en junio, y en posteriores visitas de dirigentes de Catalunya en Comú, surge la idea de que el jefe podemista se reúna con Junqueras. Y ahí, explican, quedó todo.

Cuatro meses después, tras sellar el acuerdo con el presidente, es cuando Iglesias ha «reactivado» aquella sugerencia, aseguran los republicanos. Lamentan, además, las «vías poco ortodoxas» que ha utilizado para ponerse en contacto con el líder de ERC y cerrar la cita justamente tras pactar con Sánchez las cuentas públicas. Desmienten que Junqueras le haya llamado ahora y menos para hablar de Presupuestos.

«Iglesias debería dedicarse a presionar a Pedro Sánchez», deslizó el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, que apostilló: «Iglesias no tiene una varita mágica para hacernos cambiar de opinión».

Los republicanos se mantienen firmes en su decisión de no sentarse siquiera a negociar el pacto entre el Gobierno y Podemos mientras los dirigentes independentistas sigan en prisión. «Si eso hace ir a Sánchez a elecciones, iremos a elecciones, no nos asusta», convienen también dirigentes del PDECat en Madrid en conversaciones informales.

La voluntad mediadora del podemista sirve, mientras tanto, de munición para la oposición. El PP tildó ayer de «auténtica vergüenza» su intento negociador desde un papel de «vicepresidente bis» del Gobierno. Ciudadanos califica su actitud como «el súmmum del esperpento».