Cuando Pedro Sánchez dijo el jueves por la noche que había que volver «al punto de arranque», se refería a su oferta inicial: un Gobierno monocolor del PSOE que salga adelante con el apoyo de Podemos a cambio de determinadas medidas. La posibilidad de coalición, que los socialistas aceptaron en el último momento por la reclamación de los morados, está enterrada definitivamente. Falleció con el fracaso de la investidura de Sánchez, en la que Pablo Iglesias se abstuvo porque la propuesta del PSOE no contenía, a su juicio, suficientes parcelas de poder para su organización.

«No se va a repetir. El Gobierno de coalición está rechazado y rechazado queda», señaló ayer tras el Consejo de Ministros la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo. «Al Gobierno de coalición le ha cerrado las puertas Podemos. Esa vía ha estado explorada y no ha funcionado. Toca explorar otras opciones», insistió.

Tras impedir por segunda vez la elección de Sánchez como presidente (la primera fue en el 2016, cuando el líder del PSOE pactó con Albert Rivera), Podemos señala que hay que volver a negociar para que la coalición salga adelante. Los morados tratan de demostrar que el fracaso de una segunda investidura no se deberá a su falta de voluntad. A primera hora, su portavoz parlamentaria, Irene Montero, ya dejaba claro su predisposición. «No hay por qué esperar a septiembre. No hay vacaciones que valgan», dijo en Radiocable.

IU SE DESMARCA

No todos los sectores de Unidas Podemos comparten esta estrategia. Izquierda Unida se desmarcó del discurso de Iglesias con un comunicado en el que apostaban por hacer presidente a Sánchez si se alcanza, tan solo, un acuerdo programático. El coordinador federal de IU, Alberto Garzón, ya demostró durante las negociaciones ser proclive a lograr el entendimiento con el PSOE y llegó a intermediar entre ambos líderes. Un planteamiento que también defienden desde Adelante Andalucía, dirigido por la anticapitalista Teresa Rodríguez, que reclamó anteponer las «políticas» a los «sillones».

En esta línea está también la actitud del Gobierno. Si Pablo Iglesias acepta que el próximo Ejecutivo sea monocolor, se entrará en una negociación programática. Y si no, nada.

La vicepresidenta en funciones Calvo se fijó en Portugal, donde gobiernan los socialistas con el apoyo externo de los partidos a su izquierda. «Habrá que explorar un programa de elementos en los que converjamos. Esa fórmula puede estar abierta. La coalición no», dejó claro la vicepresidenta. El pacto de Podemos, continuó, podría ser «de máximos, de mínimos o incluso un programa de legislatura».

El Gobierno apenas se «tomará vacaciones». Habrá Consejo de Ministros todas las semanas de agosto salvo una, y el propio Sánchez se entrevistó ayer con el Rey. Ambos, dijo Calvo, «reflexionaron» sobre la investidura fallida. En cualquier caso, el reloj para convocar elecciones, que se celebrarían el 10 de noviembre, ya ha empezado a correr.

Calvo evitó hacer autocrítica sobre la incapacidad para sumar apoyos del PSOE, que dejó pasar los días desde las generales del 28 de abril y empezó a negociar al final. En los casi tres meses que han pasado desde las elecciones, Sánchez solo ha logrado el apoyo del diputado del Partido Regionalista de Cantabria.

LA ABSTENCIÓN DE LA DERECHA

Así, los socialistas continúan insistiendo en la abstención de la derecha. Aumentarán la presión para que el PP y Cs no bloqueen. «El presidente ha pedido a los dos partidos de derechas que asuman su responsabilidad. Quien eluda su responsabilidad ahora llevará a su país a elecciones», explicó la vicepresidenta. En el PSOE echan mano del vértigo que provocan unos nuevos comicios para intentar mover a Pablo Casado y a Rivera.

«No apunten a una abstención», contestó el líder del PP, Pablo Casado, quien en un tuit escribió que era «indignante» que le pidieran facilitar un gobierno «quienes pactan con Bildu», en referencia al acuerdo alcanzo en Navarra para la presidencia socialista. El presidente de Galicia, el muy influyente Alberto Núñez Feijóo, añadió al respecto que la propuesta del PSOE no resulta «sincera» ni «creíble». «No se puede pedir la abstención del PP con una mano y con la otra alabar el sentido de Estado de los independentistas catalanes», sostuvo el presidente gallego, a quien le resulta «muy difícil» tomarse a Sánchez «en serio».