La subida del salario mínimo interprofesional (SMI) a 900 euros y un aumento de presupuesto para el plan estatal de vivienda con mayor protección a los inquilinos y posibilidad de que los ayuntamientos regulen los precios del alquiler son algunos de los puntos del pacto presupuestario que este jueves están acabando de pulir el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.

Sánchez e Iglesias se encuentran reunidos en la Moncloa desde las ocho y media de la mañana para sellar el acuerdo de Presupuestos en el que sus respectivos equipos han trabajado hasta la madrugada. A última hora de la tarde del miércoles, en un encuentro en el palacio presidencial guardado con celo hasta el final, ambos avanzaron en un pacto sobre las Cuentas públicas y solo dejaron algunos flecos, detalles técnicos, para que sus delegaciones los terminasen de adecuar en las últimas horas.

La escenificación del acuerdo llegará, pues, antes de la celebración del Consejo de Ministros, a las nueve y media de la mañana. Aunque no es obligado que el Gobierno apruebe el plan presupuestario antes de llevar las Cuentas a Bruselas, el próximo lunes, sí que es previsible que el Ejecutivo analice en su reunión el acuerdo alcanzado.

A última hora del miércoles, fuentes de la negociación de Podemos y del Ejecutivo admitieron avances en algunas de las exigencias básicas planteadas por Iglesias, como medidas para pinchar la burbuja de precios del alquiler.

El entendimiento llega después del toque de atención lanzado por el jefe podemista el pasado martes, cuando instó a Sánchez a "ceder" para no poner en juego los Presupuestos. El Ejecutivo siguió mostrándose optimista a pesar de las palabras de Iglesias, que llegó a advertir en la reunión de su grupo parlamentario, el miércoles por la tarde, que estaba dispuesto a no apoyar las Cuentas públicas y asumir un adelanto electoral si el presidente del Gobierno no asumía algunas de las condiciones impuestas. Pocas horas después, ambos líderes cerraron el principio de preacuerdo, lo que lleva a sectores podemistas a interpretar que la opción de ruptura nunca estuvo sobre la mesa y que su líder solo había lanzado un órdago a Sánchez utilizando a su propio grupo como altavoz de el riesgo de fracaso.