Primero, el lunes, Pablo Casado llegó a la Moncloa y pidió a Ciudadanos que facilitara la investidura de Pedro Sánchez. Después, este martes por la mañana, pasó Albert Rivera y dijo que no. Por último, ya por la tarde, Pablo Iglesias mostró su rostro más conciliador, aparcando su defensa de un Gobierno de coalición que incluya a Podemos como requisito para que la legislatura arranque. Y enfrente, el presidente en funciones, que tras ganar las generales ha abierto una ronda de encuentros con los líderes de los partidos (dejando de lado a Vox y a los minoritarios) que busca reforzar su centralidad. Los socialistas aseguran que la época inestable en la política española ha terminado, que esta vez su mandato será de cuatro años y que se necesitan recomponer puentes a izquierda y derecha, para "restablecer los espacios de comunicación".

Pero para que ese plan fructifique se necesita un nuevo Gobierno, y todas las miradas, también las del PSOE, se dirigen a Podemos. Tras diez días en los que los morados presionaban para formar parte del Ejecutivo y los socialistas decían que no, Sánchez e Iglesias acordaron rebajar la tensión. Quieren evitar un cruce de declaraciones que podría acabar frustrando su futuro entendimiento.

Tras más de dos horas de reunión, Iglesias se mostró optimista, pero parco en palabras. "Nos hemos puesto de acuerdo en ponernos de acuerdo", repitió una y otra vez, sin ofrecer concreciones sobre el contenido de la reunión. Ni siquiera defendió, como había hecho el día anterior en el Consejo Ciudadano de Podemos, la entrada de los morados en el Ejecutivo. "Las posiciones son conocidas dijo-. Ahora toca prudencia, discreción y tranquilidad".

Fuentes de la Moncloa no dijeron mucho más allá de que querían dar un "nuevo impulso" al entendimiento mutuo, que ha servido de motor a la acción legislativa del Gobierno socialista. "La reunión ha servido para reconocer el trabajo y los avances conjuntos que se han dado en beneficio de una amplia mayoría social. Ese trabajo emprendido desde la izquierda sirve para establecer una voluntad renovada de cooperación y de entendimiento. Ahora hay que seguir hablando, pero lo más inmediato será la negociación sobre la Mesa del Congreso", explicaron, en referencia a la constitución del Parlamento, prevista para el 21 de mayo. Ese futuro pacto sentará las bases del acuerdo de legislatura: ambas partes quieren que el órgano de gobierno de la Cámara baja tenga mayoría progresista.

UNA NEGOCIACIÓN LARGA

Las negociaciones sobre el formato del nuevo Gobierno, monocolor o de coalición, se anticipan largas. Estarán supeditadas a los resultados de los comicios municipales, autonómicos y europeos del 26 de mayo y se verán condicionadas por cuánto necesita después Sánchez a Iglesias, y cuánto Iglesias a Sánchez, para conquistar y mantener poder territorial. Pero los socialistas creen tener las de ganar. En la dirección del PSOE señalan que el líder de Podemos no querrá una repetición electoral (viene de perder 25 diputados y un millón y medio de votos respecto al 2016) y que eso hará que no lleve al límite la presión para entrar en el Ejecutivo.

En Ciudadanos, pese a que la expresión "Gobierno del PSOE y Podemos" forma parte de su mantra, coinciden en esta visión, según señalan en el entorno de Rivera, cuya reunión con el presidente en funciones fue muy distinta a la que este mantuvo después con el líder morado.

El encuentro apenas duró 50 minutos, empleados por el dirigente naranja para dejar claro al jefe del Ejecutivo que su oposición será firme. A diferencia de lo que ocurrió el día anterior con Casado, no hubo acercamiento. Rivera, según contó él después (Sánchez no ha comparecido desde que ganó las elecciones), urgió al presidente a aplicar ya el artículo 155 de la Constitución en Cataluña, cargó contra la subida de impuestos a las rentas más altas y trasmitió que en ningún caso, por muchas presiones que le lleguen del ámbito económico, facilitará la investidura de Sánchez.

El líder socialista lo daba por descontado. Ni siquiera exploró esa posibilidad durante la breve cita, la primera que mantenían desde junio del 2017. La finalidad de esta ronda de encuentros no es, al menos oficialmente, explorar la reelección de Sánchez, sino "normalizar las relaciones institucionales y el diálogo político", explicaron fuentes de la Moncloa, destacando que ambos dirigentes acordaron, como había hecho el lunes el presidente con Casado, "mantener una comunicación permanente sobre Cataluña".

UN NUEVO 155

Según Rivera, fue él, y no Sánchez, quien defendió la necesidad de abrir un "canal" de este tipo. El líder de Cs cree que un nuevo 155 ya llega tarde. "Le he ofrecido los diputados y senadores de Ciudadanos para aplicarlo. Hay que requerir a Quim Torra a que acate la Constitución", señaló Rivera, citando como causas de esa nueva suspensión autonómica las "acciones" de los CDR, la "manipulación" de TV-3 y las "estelades en las escuelas". Pero el Gobierno socialista no está de acuerdo. Considera que no de momento no ha habido ninguna ruptura de la legalidad, a diferencia de lo que ocurrió en otoño del 2017. Reactivar el 155, explican en el Ejecutivo, sería "inconstitucional".

Al mismo tiempo, el líder de Cs le ofreció explorar cuatro posibles pactos de Estado en la nueva legislatura: educación, lucha contra la despoblación, inmigración y antiterrorismo.

Pero Rivera no escatimó críticas a Sánchez. Por "machacar a impuestos a los españoles" (pese a que la anunciada subida de IRPF a quienes ganan más de 130.000 euros al año solo afecta al 0,5% de los contribuyentes), tener ya decidido que aplicará "indultos" a los dirigentes independentistas y querer gobernar con los "populistas" de Podemos.

EL LIDERAZGO DE LA OPOSICIÓN

El día anterior, Casado había pedido a Rivera que facilitara la investidura de Sánchez. Según los colaboradores del presidente de Cs, el mensaje viene a probar la "debilidad" del PP. Con 57 diputados y 4.136.000 votos cosechados en las generales del pasado 28 de abril, a solo nueve escaños y 220.000 papeletas de los conservadores, Rivera se arroga frente a Casado el liderazgo de la oposición.

Para la Moncloa, sin embargo, no hay ninguna discusión: Casado es el líder de la oposición. El protocolo lo dejó claro. Mientras el presidente del PP compareció en la Moncloa en la sala noble, donde tienen lugar las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros, tanto Rivera como Iglesias lo hicieron en una habitación adyacente y más pequeña, reservada para las convocatorias de menor entidad. "Yo no mido el tamaño de las salas", explicó el líder naranja.